Capítulo
7: Las Lágrimas de Phoena
Impresionantemente,
ninguna bala llegó a rozar mi piel, estas volaron en distintas direcciones,
saltando de un lugar a otro.
Por lo tanto,
el capitán Brocchus disparó otras tres o cuatro veces, hasta que sus balas se agotaron.
De cualquier forma, las mismas se desviaron lejos de mí, las escuché rozar el
aire que me rodeaba, pasando junto a mí con un silbido causado por la
velocidad, hasta estrellarse y estallar contra distintos lugares del barco. Varios
de los piratas que Joe había atado o golpeado hasta dejar inconscientes habían
recibido las heridas de las balas.
Era
físicamente imposible que al disparar a una distancia de cinco centímetros de
mi piel desnuda, no acertara ni siquiera una bala. Brocchus parecía consternado.
–Maldito
muchacho –refunfuñó–. ¿Eres bastante poderoso entonces?
Joe estaba
enmudecido a mis espaldas. Cuando giré hacia él, lo encontré manchado con
sangre en un brazo. Siseaba de dolor.
–Mierda,
¿estás bien? –Joseph retrocedió cuando yo me aproximé.
–Sí, solamente
me estoy desangrado, tengo una bala en medio de mi hígado y probablemente
perderé el brazo. Pero sí, estoy muy bien –respondió con esa frecuente sátira
punzante.
Él nunca
cambiaba, incluso si en realidad estuviera muriendo, sería un arrogante
encabronado.
–Déjame ver
–le insté, atrapando su brazo.
Se zafó de mi
sujeción.
–No me toques
–rumió–. Solamente me dio en el brazo, no tendré ni una cicatriz en un par de
horas.
–Oh,
discúlpeme, Sr. Vampiro Inmortal.
–Cállate, al
menos yo puedo ser herido –se puso detrás de mí para empujarme–. Ven conmigo,
necesito ayuda.
Le dimos la
vuelta a la cámara del timón, recorriendo el barco. Joe realmente debía estar
en problemas para pedirme ayuda.
–Es Angelique,
necesito sacarla de aquí, está realmente mal.
¡Ah! Si se trataba de Angelique, Joe era capaz de
cualquier cosa.
–¿Qué
le pasa a Angelique? –averigüé.
–Piensa
que nunca más volverá a ver a los bebés, está enfermando realmente. Mira,
Angelique y yo tenemos que volver con los trillizos, siento que me han quitado
un órgano vital porque no están conmigo. Y Angelique está mucho peor...
Suspiré,
interrumpiéndolo.
–Escucha,
en poco tiempo llegaremos a Etruria. Prometo hacer lo que sea necesario para
devolverlos a New York, será más fácil una vez que toquemos tierra firme. Haré
lo que sea, cualquier cosa. Les juro por Tinia que regresarán con sus hijos lo
antes posible. Ahora extrae esa bala de tu brazo, vuelve con Angie y dale un
húmedo beso salvaje de mi parte, José.
Joseph
prensó su mandíbula y comprimió sus puños como si deseara acabar conmigo.
–Primero,
idiota, me llamo Joseph. Segundo, no me des órdenes, porque no sigo órdenes de
nadie. Tercero, vuelve a expresarte de esa forma con respecto a mi esposa y
cortaré tu yugular. No le daré ni un pequeño beso de tu parte.
Le
sonreí.
–También
te amo. Dime cómo fue que llegaste hasta aquí de todos modos –no respondió.
Exhalé aire en rendición–. ¿Podrías decirme qué te trajo aquí?
–Angelique.
–¿Cómo
supiste que estaba aquí?
–Sabía
que estaba contigo, de modo que hablé con todos tus amigos hasta que encontré
al loco hombre que es manager de tu banda. ¿Eustace, no? Él es raro, pero me
trajo hasta aquí.
Suspiré.
Cielos,
Eustace era malvado.
En
la cercanía, oí una especie de corto gemido y me volví hacia aquel endeble sonido.
Entre las sombras y bajo la iluminación de las estrellas, Charity estaba siendo
acorralada por Ludwig contra las barandillas de madera, ambos se besaban con
intensidad.
–¿No
es esa tu novia besándose con otro tipo? –escuché decir a Joe.
–No
es mi novia –me sorprendió oír que mi voz había sonado como un gruñido bajo.
La
princesa estaba aferrándose de los brazos del pirata, que ahora no llevaba ese
parche en el ojo y parecía haberse duchado profundamente. Al terminar de
besarlo, se percató de que yo estaba contemplándola. Su rostro tomó un tono
escarlata de vergüenza y luego palideció inmediatamente. Se apartó en un instante
de Ludwig.
–¿Qué
has hecho con tu cara, Jerry? –se acercó y puso sus dedos sobre mi rostro.
Sus
manos se sintieron como el roce grácil de las flores o las gotas de una refinada
lluvia. Cerré los ojos durante dos segundos, tragando saliva y captando el
aroma que el aire traía hacia mis sentidos.
Benditos
dioses, el aroma natural de Charity era una afrodisíaca mezcla de algo frutal,
como las cerezas, y algo exótico, como un buen vino, embriagante, excitante.
Dejé
de respirar mientras retenía su fragancia dentro de mí, llenando mis pulmones
de ella. Sin aquel perfume costoso, la fragancia de la piel de Charity era
mucho mejor de lo que cualquier mujer podía oler. Era tan suculenta que todo mi
cuerpo había comenzado a flamear. Sujeté la pequeña mano de Charity entre la
mía, esa que había estado delicadamente reposada sobre mi rostro.
–Dios,
princesa, tienes un aroma excitante como el infierno –enterré mi nariz en su
cuello que olía como el sol–. ¿Puedo tocarte los pechos?
Coloqué
una mano encima de su camisa delgada, con ligereza, casi sin tocarla.
–¡Jerry!
–berreó, quejándose y distanciándose. Estaba verdaderamente enfadada.
–Soy
tu mejor amigo gay, tengo derechos –repliqué–. Ellos siempre tocan los pechos
de las nenas sin recibir golpes. ¿Por qué yo no puedo?
Oí
a Joe reírse detrás de mí.
–Cuando
seas un poco más homosexual, dejaré que me metas mano, hasta entonces, ¡no me
toques!
Este
loco barco oscuro había convertido a Charity en otra persona. Ella ahora lucía
adornos sobre su cuerpo, cadenillas con piedras preciosas, perlas y monedas de
oro, que Ludwig le había hecho a mano. Estas se hallaban enredadas alrededor de
sus caderas, sobre sus brazos y antebrazos, incluso en su cabeza, sobre su
frente. Su cabello estaba salvaje y los rastros de ese perfume caro habían desaparecido
por completo de su ropa. Cada día que pasaba estaba más buena, su piel parecía
más tostada por el sol, sus ojos más azules al contraste de su tez, su cabello
más descarado, su olor más apetitoso.
Ella
estaba vistiendo unos pantaloncillos cortos de jean en lugar de su falda, los
cuales probablemente le pertenecían a alguien más, algún menudo y delgadísimo
pirata. Como el pantaloncillo era de corte bajo y le quedaba grande, caía hacia
la parte más baja de sus caderas, obsequiándome una exquisita visión de su
vientre plano y su abdomen desnudo debido a esa blusa pequeña que antes cubría
bajo una chaqueta. No llevaba ninguna otra prenda encima de eso. Su apariencia
era tan simple que la hacía más hermosa. Porque las mujeres son más hermosas
tal como Dios las trajo a este mundo.
Una
vez más repasé a Charity con mi mirada. Eso era... ¿Eso era una perforación en
el ombligo? ¿Un piercing?
–¡Maldita
sea, esa es la cosa más enloquecedoramente sexy que he visto en mi vida!
–exclamé, apreciando el pequeño diamante que hacía brillar su abdomen–. ¿Cuándo
perforaste tu ombligo? ¿Puedo tocarlo? ¿Puedo lamerlo?
–¡No!
–ella retrocedió mientras yo la acorralaba. Se cubrió el ombligo con las
manos–. Déjame en paz.
–Algún
día tendré ese sabroso piercing en mi boca, ya verás.
Sentí
el peso de una mirada. Desde la distancia, Ludwig me escudriñaba rencorosamente
con sus ojos verdes. Sus miradas displicentes estaban comenzando a aburrirme.
Si seguía de ese modo, le robaría a su novia.
El
tipo se retiró con pesados pasos. Me di la vuelta para mirar a Joe, que
mantenía sus brazos cruzados y sus ojos rojos, hambrientos, puestos en Charity,
inclusive sus colmillos sobresalían de su boca. Advertí que relamía sus labios.
–¿El
papacito vampiro otra vez quiere morderme? –Charity susurró detrás de mí, su
cálido aliento contra mi espalda provocó un espasmo en mí.
Antes
de que pudiera parpadear, Joe se había abalanzado contra Charity, y lo atrapé
desde el cuello en ese mismo segundo. Había atacado con tanta fuerza que los
dos caímos al suelo.
Sentí
su peso aplastarme, su rostro iracundo se encontraba a centímetros del mío, sus
colmillos angulosos amenazaban con asesinarme, su respiración glacial golpeaba
mi cara.
–No
la toques –le reprendí, refrenando el tono amargo de mi voz–, no toques a
Charity.
En
un abrir y cerrar de ojos, Joseph se había puesto en pie y se encontraba peinando
sus rebeldes cabellos negros con sus dedos.
–Tú
no me toques –se quejó él, sonando malcriado.
Un
segundo después, sonrió perversamente para sentirse triunfante, se retiró con
su caminar letal.
–Un
poco presumido, pero muy hot –señaló Charity mientras le observaba marcharse.
Respiré
entrecortadamente el aire que había perdido y me levanté.
–Cierto
–concordé con Charity–, ese tipo está bueno.
–¿Qué
sucedió con Morgana? Pensé que pasarías toda la noche con tu gitana.
–Ella
dijo que... –me detuve al darme cuenta de que estaba a punto de mentir. No iba
a funcionar–. Ella me echó de su cuarto.
La
princesa parecía haberse sorprendido.
–¿Qué
fue lo que pasó?
Le
hice un breve resumen de lo que había sucedido hacía algunos minutos, antes de
la pelea con los piratas y todo el asunto, por supuesto omitiendo el nombre de
Alpan y todo lo que se relacionara con ella.
–Y
practica la magia roja –concluí.
Charity
ahora estaba reclinada del borde del barco, con sus codos sobre la madera y el
viento batiendo el cabello sobre su cara. Se volvió a verme con la profundidad
de sus azules ojos.
–Uh,
Jerry, esa mujer te está usando, ¿no te molesta? –me interrogó.
–¿Molestarme?
–alcé una ceja–, puede usarme durante el tiempo que quiera.
Ella
rió.
–Eres
incorregible. ¿Qué es lo que ha hecho esa hechicera contigo?
–Nada
más que volverme loco –confesé–. ¿Ludwig y tú ya lo hicieron?
Sus
ojos se ensancharon y su cara se ruborizó hasta tomar un tono escarlata que le
hacía lucir preciosa.
–No...
no... –se encontró tartamudeando, sonreí ante eso. ¿Charity Morte
tartamudeando?–. ¡Oh, por favor, claro que no! Acabamos de besarnos por primera
vez, no ando haciéndolo con todos los chicos, Jerry, no soy como tú.
Largué
una risa suave.
–No
lo hago con todos los chicos, solamente con los sensuales –le sonreí–. De igual
manera, princesa, nunca te he visto ruborizarte tanto.
Le
hice cosquillas en el abdomen, ella se encogió y se rió de esa linda forma.
–¡Oh,
ya basta, guitarrista! –se esforzó para librarse de mis cosquillas.
La
dejé tranquila mientras ella recuperaba el aliento.
–Se
ha ido por completo –clamó, apuntando mi cara–. ¿Tienes algunos permanentes o
todos se desvanecen? –se refería a los tatuajes.
–La
mayoría de mis tatuajes son dioses o demonios capaces de poseer mi cuerpo
–aclaré–. Ellos han dejado su marca en mí para dictar que les pertenezco. Las
marcas permanentes, son los seres que forman parte de mí y nunca quisieron
abandonarme. Algunos otros solamente acuden a mi cuerpo cuando necesitan de mí.
–¿Alguna
vez tú necesitas de ellos?
–Espero
nunca necesitarlos.
–¿Tienes
más tatuajes ahí? –Char bajó la mirada–. ¿Qué hay bajo tus pantalones?
Ella
puso sus manos cerca de mi cadera e intentó hacer resbalar minúsculamente el
borde de mi pantalón, curioseando.
Alcé
una ceja en un gesto sagaz.
–Bueno,
bajo mis pantalones hay algo muy interesante. ¿Quieres verlo?
Emprendí
a desabrochar mis vaqueros.
Charity
chilló e inmediatamente cubrió sus ojos.
–¡No
seas tonto! Sabes que me refería a tus piernas. ¿Están tatuadas?
–Puedo
mostrártelo –insistí.
–Solo
si llevas ropa interior –ella aceptó, separando sus dedos para mirar a través
de las aberturas entre cada dedo que cubría sus ojos.
Volví
a cerrar mis pantalones.
No
llevaba ropa interior, diablos, la había perdido entre las sábanas de Morgana o
en algún curioso lugar.
–Lo
siento, entonces no puedo mostrártelo –me excusé.
El
cielo estaba comenzando a tornarse naranja con los primeros rayos de luz del alba.
–¿Qué
te parece si vamos a dormir ahora? –la princesa me propuso–. Debes estar muerto
de sueño, no te he visto dormir desde hace más de dos días.
Gruñí
ante el pensamiento.
–Bien.
¿Quiere un escolta a su dormitorio, su alteza?
Doblé
mi brazo, ella lo cogió.
–Me
encantaría, príncipe Jerry –dijo.
Junté
mis cejas en mi frente.
–¿Príncipe
Jerry? Pensé que pertenecía a la servidumbre o algo parecido.
–Cállate
–masculló felizmente.
En
la habitación, ella se recostó en la cama junto a mí, pero sin tocarme en
absoluto. Pasé un brazo sobre sus hombros y la empujé hacia mí. Para mi
sorpresa, me devolvió un abrazo y se quedó profundamente dormida en unos
instantes con su cabeza sobre mi pecho.
Luché
para no quedarme dormido. No funcionó.
Es duro darte cuenta de que el mundo no
es como debería ser cuando eres tan solo un niño.
–¿Por qué, padre, los hombres tienen la
capacidad de inventar cosas sin magia y ellos deciden crear más armas antes que
otra cosa?
Mi padre me sonrió tenuemente.
–Porque son inteligentes, hijo.
Aprendieron a atacar antes de ser atacados –me contestó.
De improviso, mi padre me golpeó con un
rayo poderoso que brotó de sus dedos, arrojándome a lo lejos. Permanecí tendido
en el empedrado, gimiendo de dolor.
–¡No llores! –me gritó ese hombre–. Los
hombres no lloran, los hombres no tienen debilidades. ¡Levántate! ¡Levántate y
defiéndete!
Tragué mis lágrimas mientras luchaba con
el dolor que aún hacía trepidar mi cuerpo. Me puse de pie.
–Es injusto que los perdidos mortales
miren al cielo buscando piedad y encuentren dioses como tú.
–¿Qué pasa? ¿Quieres ser como ellos? –mi
padre se burló antes de volver a azotarme con un otro rayo de luz que logró
quebrar mi piel hasta que mi sangre dorada brotó–. Eres un marica, una niña.
Hijo, siempre he tratado de protegerte, pero eres demasiado débil. ¿Por qué no
eres cómo tus hermanos? –respiré discontinuamente, silenciando cualquier
quejido de dolor–. Deja de llorar y usa tus poderes contra mí, maldito niño. Sé
un hombre, o todos van a pasar por encima de ti, te pisotearán y te escupirán
en la cara. Aprende de una vez a matar antes de morir. Aprende a ser quien
escupa los rostros de los otros. Entiende que eres superior a todos. Eres un
dios, naciste de mí.
–No puedo hacer daño a otros, padre
–bajé el rostro, avergonzado de no poder enorgullecer a mi padre.
Él volvió a descargar sus poderes en mí,
pero esta vez con más potencia. Grité, caí de rodillas y temblé, sintiendo como
si cada parte de mí estuviese siendo desgarrada y quebrada.
–¿No puedes hacer daño? ¡Oh, dioses
celestiales, naciste para hacer daño! ¡Naciste sin alma! ¡Napuom, llévate a mi
hijo al pozo, merece un castigo! –él llamó a una de las Lasas, que eran
acompañantes de la diosa Turán y guardianes de las tumbas. Esta mujer calva me
arrastró por todo el suelo–. Recuerda, hijo mío, que al menos yo te quiero, por
eso soy duro contigo.
Escasamente llegaba a los ocho años, y
mi padre me había apaleado y aprisionado.
La mujer calva me arrojó desde el borde
de piedras del pozo. Incluso con mis ojos abiertos, la oscuridad absoluta no me
permitía ver nada. Caí durante horas, estrellándome con las rocas filosas al
aterrizar.
No llores, todavía podía oír la voz de
mi padre en mi cabeza, los hombres no lloran, no tienen debilidades. Pero mis
huesos estaban casi todos quebrados y tenía heridas que dejaron un charco
enorme de sangre alrededor de mí. Me costaba respirar.
Traté de curar mis heridas con mis
poderes, pero difícilmente sabía utilizar mis poderes para crear pequeñas luces
mágicas o algunas otras tonterías.
–Soy tan idiota, soy tan torpe –gruñí.
La luz que salía de mí iluminó
parcialmente el fondo del pozo. Parpadeé un par de veces antes de distinguir lo
que estaba avizorando. Había un tipo joven a un metro de distancia de mí,
colgando en la pared, atado con cadenas y grilletes forjados por mi padre.
Levantó su cabeza para sonreírme.
–¿El hijo de Culsans terminó en el pozo?
–giró el rostro para gritarle a alguien oculto más allá de la oscuridad–.
¿Oíste eso? El pequeño rubiecito fue desterrado.
Fruncí mis cejas. Este tipo no parecía
más que un simple mortal, su cuerpo estaba herido y medio desnudo, su cabello
era castaño oscuro y sus ojos brillaban en tonos verdes y azules, su barba
corta oscurecía parte de su cara.
–No fui desterrado, mi padre vendrá a
buscarme cuando haya pagado mi castigo –gimoteé por el dolor.
El joven se rió de mí, burlándose.
–¿Eso es lo que crees? –él resopló–. Tu
padre no tiene piedad de nadie, niñito. Permanecerás aquí durante toda la
eternidad, tendrás hambre y sed, o quizás moriremos ahogados cuando Phoena nos
inunde con sus lágrimas.
Escuché el llanto de una mujer entre las
penumbras. Efectivamente, advertí que mis pies se humedecían con el líquido
trasparente de un charco que se mezclaba con mi propia sangre.
¿Esas eran sus lágrimas?
–¿Quién eres, mortal? –pregunté al chico
de ojos rutilantes.
–Mortal, por ahora. Futuro rey de
Etruria, mañana. Soy Eustace de Populonia, chiquillo, recuerda bien mi nombre.
Miré hacia lo alto, distinguiendo un
pequeño punto de iluminación en la lejanía, donde estaba la abertura del pozo.
–Recuerda, que estés muy abajo no
significa que no puedas ver el cielo –Eustace murmuró.
Desperté,
respiré de forma intermitente, recordando vivamente el dolor que había sentido
en mi cuerpo, la sensación de mis labios
quebrados y rotos por la deshidratación, las punzadas y debilidad por el
hambre, la absoluta negrura a la que mis ojos se habían acostumbrado. Sentía
que alguien me había sacado los ojos, dejándome ciego para siempre. Porque mi
padre no había regresado a buscarme aquella vez, ni ninguna otra.
Limpié
el sudor de mi frente, me percaté de la cama vacía en la que dormía.
¿Cuántas
veces sucedía eso?
–¿Charity?
–Por
aquí –la oí clamar desde el cuarto de baño.
–¿Qué
haces? –rezongué, adormitado. La encontré de pie, envuelta en las sábanas de la
cama, enfundando su cuerpo desnudo–. Oh, era por eso que tenía frío durante la
noche. ¿Qué es lo que...
–Trato
de lavar mi ropa –me explicó la princesa mientras observaba con atención un
balde de agua con jabón.
Me
sacudí el cabello con los dedos.
–¿Mientras
más tiempo la mires, estará más limpia? –me burlé–. Ni siquiera tus manos están
mojadas. ¿Es así como siempre lavas tu ropa? Porque no creo que ese método...
–Nunca
he lavado mi ropa antes, ¿ok? No te burles.
Tomé
un poco de espuma del balde y mojé la nariz de Charity.
–¡Hey!
–se quejó, salpicando agua sobre mí.
–Princesa
Charity –me moví hasta ella y la atrapé desde su cintura–, las princesas deben
comportarse como princesas –saqué sus manos del agua, tomándolas con
delicadeza–. Yo me encargaré de tu ropa.
Comencé
a lavar su ropa con cuidado de no dañarla y la colgué al terminar.
–Es
así como se hace –expresé–. ¿Sabías que tienes que tocar la ropa para lavarla?
Charity
me despidió una aguda mirada.
–No
me culpes por no ser una plebeya, no sé hacer este tipo de cosas –se cruzó de
brazos–. ¿Tienes hambre? Lud dejó para mí una bandeja con comida en la mañana,
pero no he podido comerlo todo. Además, no te he visto comer desde hace mucho.
–Comer
es un placer –anuncié.
–Un
placer necesario. Una necesidad placentera. Me preocupa que seas un macilento
delgaducho, te prefiero con músculos.
Sequé
mis manos antes de sentarme en la cama a comer lo que creía que tal vez era
salmón rosado y diversas frutas como el melón o la sandía. Noté a Charity viéndome
desde el umbral de la puerta del baño.
–¿No
te hace falta algo, guitarrista? –inquirió.
–No
me hace falta nada –tragué un poco de comida y bebí de una copa de champagne–.
Nunca me ha hecho falta nada.
Sentí
que mentía cuando la imagen de Morgana se formó en mi mente, atormentándome. No
había estado tratando de mentir esta vez, nunca antes me había hecho falta
algo. Podía vivir con todo, o sin nada, era lo mismo para mí.
Mi
pecho se apretó hasta el punto de dificultar mi respiración. Estaba necesitando
a Morgana de un modo antinatural.
–¿No?
–Charity siguió–. ¿Ni siquiera necesitas ver? –giré mi rostro hacia ella y la
descubrí sosteniendo mi par de anteojos. Casi me sonrojé–. Tampoco necesitas
usar lentes realmente, ¿verdad?
–No
–admití–, pero me dan más estilo –engullí el resto de la comida rápidamente–. Si
me disculpa, princesa Charity, tengo otras necesidades que debo atender. ¿No le
molesta quedarse sola?
Fui
hasta ella y sostuve su mano entre la mía. Ella puso sus ojos en blanco,
encogiéndose de hombros.
–Da
igual, siempre me dejas sola de todos modos.
–No
repitas una cosa así, Eustace me mataría si se entera –me alarmé.
–Ya
lárgate, ve a perseguir a esa gitana loca. Luego me cuentas los detalles –puso
los anteojos sobre mi rostro y me empujó a través de la puerta.
Algo
apareció delante de mí repentinamente. Pestañeé un par de veces, asimilando la
imagen de Eustace en camiseta hawaiana, pantalón caqui, bufanda lanuda y
zapatillas puntiagudas.
–¿Dejas
sola a la princesa todo el tiempo, eh? –el hombre me acusó.
Me
sonrojé.
–No
es cierto, paso tiempo con ella en las noches.
Eustace
hizo un gesto astuto ante el comentario, alzó una interrogante ceja.
–¿Dejas
sola a una princesa por obsesionarte con una prostituta?
Sentí
la sangre elevándose a mi cabeza.
–No
te expreses de ese modo sobre Morgana.
–Ah,
perdón –se disculpó dramáticamente–. Olvidé que ella no es una prostituta. Ella
solamente se acuesta con miles de hombres para lograr un fin egoísta.
Un
sentimiento amargo comenzó a crecer dentro de mí.
–Eustace,
no dejaré que nada le pase a Charity –respingué–. Y ella nunca está sola,
Ludwig está con ella.
El
hombre me sonrió aviesamente.
–Ludwig
–repitió su nombre–. Ambos juegan con fuego. Ambos se quemarán.
–¿Ambos?
–pregunté, sin estar seguro de qué significaba ambos para Eustace.
¿Ludwig
y yo? ¿Ludwig y Charity? ¿Morgana y yo? ¿Quién?
Como
etrusco, Eustace practicaba la adivinación, que era un método que combinaba la
magia con la interpretación de los rayos y otro tipo de cosas similares. Su
único problema era creerse dueño de los destinos de otras personas.
–Puedo
acostarme con un montón de prostitutas –Eustace comentó–, pero no merecen una
mínima devoción de mi parte.
–Bueno
–me encogí de hombros–, soy libre de enamorarme de todas las prostitutas que
desee.
–Siempre
tratando de ensuciar tu linaje.
–Ahora
entiendo por qué Charity es así.
Él
enarcó una ceja. Desde que Charity había estado pequeña, Eustace había
castigado y desaprobado sus comportamientos de superioridad. Era como si este
hombre fuese el único que debía tener derecho a comportarse cabrón con los que
consideraba inferiores a él.
–Tu
amigo Joe, el vampiro, parece un tipo agradable –cambió de tema.
–Lo
trajiste hasta aquí –le reproché–, sabías que no tiene sangre de dios.
Eustace
levantó sus hombros, riendo.
–Tuve
piedad de él, me rogó que lo trajera con su esposa. Ya deberías saber que soy un
misericordioso santo.
–Nunca
cambiarás, guapote –le dediqué una sonrisilla socarrona.
–Hay
cosas que nunca cambian.
Él
desapareció, esfumándose entre un espectáculo de pirotecnia.
Ludwig
se hallaba de rodillas en el suelo, lavando cuidadosamente los pies de Morgana
al mismo tiempo que repartía besos a lo largo de sus piernas. Sentí que
comenzaba a verlo todo de color rojo de pronto.
Había
dejado de pensar cuando me moví, atrapé al muchacho de su camiseta y le golpeé
en el rostro una y otra vez con puñetazos. Lo sacudí y lo arrojé al aire con
toda mi fuerza, procurando que se estrellara contra el muro del barco, el cual
se hizo trizas y se convirtió en tajantes trozos de madera. De todos modos no
pude detenerme, ni tampoco recapacitar, continué pateándolo, incluso sabiendo
que el chico no podía levantarse o defenderse. Solamente después de numerosos
minutos, fui capaz de escuchar sus súplicas, que me rogaban parar.
Dejé
de moverme, dándome cuenta demasiado tarde de que mis nudillos estaban
manchados de su sangre, amoratados e hinchados.
Hacía
numerosos años que yo no entraba en un estado de furia similar. Con el paso de
los años había aprendido a apaciguar la rabia dentro de mí, había aprendido a
reírme de quienes me lastimaban. Había aprendido a mantener el muro de
felicidad que le hacía creer a mis enemigos que nada me perturbaba, el mismo
que los hacía enojar hasta un punto enfermizo.
Maldita sea, ¿sigues riendo, cabrón? Ellos decían.
Había aprendido que la debilidad de mis adversarios era hacerles pensar que
nada de lo que hicieran me hacía daño en realidad. Nada les molestaba más que
eso.
Me
di la vuelta con lentitud para mirar a Morgana, quien extraordinariamente se
encontraba regodeándose de satisfacción. Sacudí la cabeza, sin entender qué me
había llevado a hacerle daño a un inocente.
La
gitana casi se reía con una carcajada.
–¿Celoso?
–interrogó, poniendo sus ardientes ojos verdes sobre mí–. ¿Empiezas a sentirte
mi dueño?
–Maldita
sea –tiré de mi cabello y me incliné hacia Ludwig–. Lo siento, amigo, no
quise...
Lud
se puso de pie y arrojó un fuerte puñetazo a mi cara antes de marcharse.
–Ahora
solamente tengo que lograr que me ames exclusivamente a mí –Morgana se sentó frente
una gran mesa de caoba oscura.
Ella
estaba vestida como usualmente lo hacía, con su larga falda y una blusa casi
transparente amarrada por encima de su cintura. Su cabello negro estaba suelto,
pero llevaba en su cabeza la pañoleta de algún pirata, sus pies descalzos
adornados con monedas de oro y anillos alrededor de sus dedos y tobillos, sus
brazos repletos de brazaletes y su piel pálida ligeramente más bronceada que
antes.
De
la nada, la gitana hizo aparecer un mazo de cartas alargadas y las extendió
sobre la mesa.
–¿Quieres
saber tu futuro, Jerry? ¿Quieres escuchar lo que dicen las voces de tu destino?
–me dijo, barajeando aquellas cartas con revés de color vino tinto.
Desconcertado,
me senté frente a ella, la distancia que nos separaba me parecía desmesurada y
tortuosa.
Morgana
sacó un naipe del montón y lo colocó boca arriba en medio de la mesa. La carta
mostraba una sombría imagen de un hombre pie. Sin embargo, desde mi lado de la
mesa, parecía que el hombre estuviera colgando de cabeza. La figura dentro de
la carta se movió, comenzaron a dibujarse cuerdas alrededor del cuello del
hombre, algo como sangre corrió de su boca. El rojo dentro del dibujo se
extendió, llenando el naipe por completo, poco a poco.
Cuando
Morgana pasó sutilmente sus dedos sobre la carta, estos se mancharon de un tono
escarlata.
–Fortuna
–señaló, como si recitara algún poema–. Una mujer a tu alrededor muere. Una
mujer a tu alrededor te hechiza.
Eso
no tenía sentido. O tal vez yo no lo entendía.
La
gitana puso otras dos cartas boca arriba junto a la primera. Una de ellas mostraba
la imagen de una bestia con tres cabezas rodeada de fuego, en la otra se podía
vislumbrar el dibujo de un corazón, en su forma real, atravesado por seis
espadas y el tallo de una rosa roja.
–Desastre
–Morgana frunció el ceño al decir esta palabra–, hay algo relacionado con tu
pasado. Las voces me hablan. Los demonios.
Ella
se puso de pie, arrojando el resto de los naipes sobre la mesa. Caminó en mi
dirección hasta detenerse delante de mí con una mirada perspicaz. Estiré mi
brazo para alcanzar su mejilla y acariciarla con el dorso de mi mano. El
contacto con su piel me estremeció, estaba enmudecido ante su belleza empedernida,
sentía mi corazón fustigándome con urgencia dentro de mi pecho.
Con
una mano, hizo un movimiento que arrojó mis anteojos fuera de mi cara. Corrí
mis dedos desde su mejilla hasta la tersa piel de uno de sus hombros, luego
rodeé uno de sus brazos y tiré de ella, obligándola a sentarse encima de mí, a
horcajadas.
Palpé
la suavidad de sus atractivos y apetitosos labios con las puntas de mis dedos,
tracé los contornos de su agraciada cara de ángel diabólico.
–No
me dejas pensar en nadie más que en ti –le confesé, acalorado–. ¿Qué brujería
me has hecho?
–Ninguna
–dijo con voz sincera mientras besaba y mordisqueaba las puntas de mis dedos
sugestivamente–. ¿Qué fue lo que tú me hiciste? Desde que te conozco, no has
salido de mi mente.
Cuando
lamió uno de mis dedos de manera sugerente, cada parte de mi piel se sintió
enfebrecida, me sofoqué de excitación. Al parecer Morgana sí pensaba en mí. ¿Me
tenía en su mente cada vez que la dejaba sola? ¿Me deseaba tan constantemente
como yo lo hacía?
Instalé
mis manos en las curvas de su cintura, presionando su cuerpo contra el mío con
más fuerza. Me sentía pequeño y tímido delante de la majestuosidad de una diosa
como la que tenía en frente. Haría cualquier cosa, cualquier cosa que me
pidiera.
Acuné
su rostro en mis manos para besarla, pero ella se levantó inmediatamente,
blandiendo una espada que extrajo de la parte de abajo de la mesa.
–Arrodíllate
ante mí y suplícame si quieres tenerme –me ordenó, situando la punta filosa de
su arma contra mi barbilla.
Pestañeé,
sacudí la cabeza y me agaché, reposando una rodilla en el suelo. Bajé la
mirada, tal como un esclavo lo haría. Mi padre estaría tan decepcionado de mi
comportamiento si estuviese mirándome en ese momento.
–Te
suplico, gitana, que seas mía –murmuré con voz baja.
–No
seré tuya –me contradijo de manera arbitraria–. Tú serás mío. Llámame con mi
nombre y ruégame.
–Morgana,
por favor, deja que sea tuyo –le rogué.
Ella
se rió, enfundando la espada para guardarla. Desde el suelo, levanté mi mano
para tocar su delgada y larga pierna y acariciarla con mis dedos de modo
ascendente. Yo sería capaz de besar el suelo por el que ella caminara. Alcé la
cabeza para que mis ojos se encontraran con los suyos.
–Déjale
en paz. No es tu esclavo –oí esa juvenil voz exigente y caprichosa.
Charity.
Me
puse de pie para verla.
–Princesa
–le sonreí casi tímidamente.
–Guitarrista,
tengo que hablarte, ahora –Charity sujetó mi brazo y sonrió maliciosamente
hacia Morgana. Tiró de mi brazo y me arrastró hacia nuestra habitación–.
Siéntate –puso sus delicadas y pequeñas manos sobre mi pecho y me empujó hacia
la cama.
Me
senté sobre nuestras sábanas.
–¿Tienes
más ropa que lavar o algo así? –le consulté, curioso–. Puedo ayudarte...
–¡Estabas
de rodillas! ¡Suplicándole! –Charity parecía desconcertada–. Ni siquiera yo
podría darte un trato tan bajo, tú no eres un esclavo. ¿Cómo pudo hacerte eso?
–Princesa,
está bien. Yo seré lo que Morgana quiera que sea.
Char
abrió ampliamente su boca, en un ademán de sorpresa y enojo.
–Es
increíble –su voz se apaciguó–. Bueno, yo... Ludwig dejó un poco de ropa para
ti, por si quieres vestirte.
Charity
me alcanzó una camisa liviana sin cuello, un poco al estilo pirata, con mangas
largas de volados. Al ponérmela, me percaté de que era bastante pequeña para
mí. Las mangas largas escasamente cubrían mis codos, pues mi masa muscular
superaba considerablemente la de Ludwig.
–Linda
y hermosa princesa –comencé–. ¿Podría retirarme ahora? Morgana estará
esperando...
–Espera,
espera, ya sé que estás obsesionado con esa mujer, y no tengo nada en contra,
pero me gustaría preguntarte algo –me interrumpió–. ¿Qué estaba sucediendo
entre tú y Morgana antes de que yo llegara?
Recordé
exactamente las imágenes, la sensación de su piel sobre mis dedos, de su
escultural cuerpo adherido al mío.
–¿Quieres
detalles? –inquirí.
–Todos
los posibles –Charity pidió.
–Bueno
–alargué el brazo para rozar la mejilla de Charity con mis dedos–, primero le
acaricié su rostro, luchando para que mis manos no temblaran por el contacto.
Mis
dedos estaban temblando ahora al tiempo que rozaban la fina piel lisa del
rostro de Charity.
–Aw,
eres tan tierno –la princesa situó su mano encima de la mía dulcemente,
entrelazando nuestros dedos juntos sobre su cara.
–Después
ella lanzó mis lentes fuera de mi cara –relaté–, de modo que yo deslicé mi mano
desde su mejilla hasta su brazo –moví mi mano sobre el hombro de Charity y
finalmente cerré mis dedos en torno a su brazo–. La empujé sobre mí.
Hice
lo que decía, forzando a Charity a sentarse sobre mi regazo.
–Uh,
exigente. Me gusta –ella manifestó en respuesta, sin mostrar intimidación
alguna por nuestra cercanía.
–Cuando
acaricié sus labios, ella besó mis dedos –seguí, delineando con las yemas de
mis dedos los labios suculentos de Char.
–¿Así?
–la princesa me dio un deliberado e inocente beso sobre mi dedo índice. Sentí
un fiero hormigueo por todo el cuerpo.
Me
reí apaciblemente.
–No
estás siquiera cerca.
Estacioné
mis manos en su cintura, poniendo su cuerpo más cerca del mío. Al sentir sus
pechos contra mí noté que, a pesar de su apariencia calma, el corazón de
Charity iba a una velocidad desmesuradamente rápida. Sujeté su rostro con mis
dos manos.
–Luego
traté de besarla –susurré.
7 comentarios:
Lei, me emocioné y rei con la entrada, lei los replies <3 escuche las canciones lei edio capitulo y Shit! aparece mi madre diciendome "Mañana tenés que madrugar, apagá todo ya mismo" jfhdjkgfhjcvfjdhvfdkh LA MATARÉ, igual le dije PRIMERO LE VOY A DECIR A STEPHANY QUE POR TU CULPA ESTA NOCHE NO DUERMO, bue mi madre y su poker face es chistosa :3 Ame lo poquitito que lei, espero mañana poder leer todo & Steph Extraño condenadamente a Damien & Cole :'c
Cuidate linda y muchiiiiiiiiisimas gracias por esa dedicación constante para con nosotros, es muy valioso el tiempo y el cariño que nos das <3
ahm sexy cap seph..uhhm y ese final ahw por dios jerry es tan hot!.. ok,ya se me secan los ojos de todo lo que estoy leyendo me esta encantando la nove y estoy re contenta de que tengas muchos comments te los mereces S,y ya desde siempre me encanta comentarte y amo que seas adicta a los comments como nosotras a tus obsesivos caps,che morgana esta re caliente con jerry que se deje de joder xq no se lo demuestra tanto como el? hu que se cree la gitana aguante char la amo(se,xq ahora soy lesbiana,es super sexy..okkk o-o)y mi cara de WTF cuando no le dieron los disparos.. ah pense que nos matabas a jer y ahora iba a ser el fantasma del barco,seria divertido el asustando a todo el mundo..estoy medio mal de la cabeza ultimamente.. seeee, aehcvkehv me voy a leer el cap 8 steph! ;)
HOLA STEPH!:)
Bueno por donde empiezo? jaja estoy asi de knjffhjdshdfjd! me encanto el maratón*o* empiezo a creer que en algún momento habrá algo entre Jerry & Charity y dioooooooooos! me encanta como se expresa Jerry, me estoy enamorando pero todavia sigo amando a Damien♥ jaja leei tus replies y me emocione cuando vi uno para mi jaja ¡oh dios la autora de mis historias favoritas me escribió y con color morado!:3 jaja bueno contestando lo que me comentaste sobre el nombre Damien para mi hijo,SI lo eh pensado muy seriamente jajaja y creo que deacuerdo con el significado que me diste sobre el nombre Damien o Damián -me sorprendi- no sabía lo que significaba el nombre, pero aún asi no puedo dejar de llamar asi a alguien cercano:$ (pero aclarando, le pondre asi en honor a Damien Evander Bathory♥ el chico guapo de la saga 'The Violet City') jajaja sobre el nombre Evander me encanta*o* -tanto el nombre, como el significado- & pues Bathory es como un apellido, no lo puedo usar ¿o si? x.x igual me encanta. De hecho desde que supe el nombre completo de Damien quize investigar de donde habías sacado los nombres o si simplemente los habias inventado y pues investigue y encontre y me encontre con la historia de la 'Condesa Báthory' o su sobrenombre 'La condesa sangrienta' <- me dio un poco de intriga y lei su biografía y valla que es un nombre maldecido en cierto modo jaja:D
En fín si algún dia llego a tener un hijo con el nombre Damien Evander será en honor al chico guapo de 'The Violet City'*o* jaja y pues.. ¿que más te digo? EXTRAÑO INTENSAMENTE A DAMIEN,EUSTACE,ANIA,MIRANDA,COLE!♥ y me encanto que sigan saliendo Joseph & Angie, son asi como una pareja de exagerados! jaja y ya me los imagino con más bebés! n___n*
A por cierto sobre el capitulo, sigo sorprendida de que Ludwig sea un Vanthe, pero un Vanthe que soporto su instinto y no asesinó a Char, me encanto esa parte; todavia sigo pensando que es lo que Morgana quiere en realidad, ¿es a Jerry o tiene planeado algo?
bueno espero el próximo capitulo, espero y hagan más comentarios(40) jaja me voy Steph!:)
Love Ya!♥
Cada capitulo me sorprende mas. Pero Jerry no es esclavo de esa bruja de morgana. La verdad Joe es tan Joe lo adoro. Eustece lo amo es unico siempre llega en el momento en que uno no se lo espera. Charity de verdad que esta cambiando me alegro.
me gusto mucho el capitulo. Vaya el sueño la historia de Jerry me encanta.
El final de ese primer capitulo fue impresionante,
lo de Morgana parece obsesión vjfdhfgjd ahi está el nombre del libro :') fue inconcientemente xD y lo de Charity no lo se, por alguna razon hasta el capitulo anterior mucho no m agradaba pero creo que la aprenderé a querer como aprendi a amar a Dimitri aunque no tanto xd Jerry, pobre que desgraciado su padre, se entienden muchas de sus actitudes... tan lindo y tan sabio mi viejo fuma porro legendario (L "Recuerda, que estés muy abajo no significa que no puedas ver el cielo"
tengo miedo por Angi y por Joe, sus hijos los necesitan jdhsjfdshfsh
El cap fue realmente hermoso Steph <3
demoniooos este capitulo me encanto jajaj ame el final *-* pero comienzo a odiar a morgana, que pretende tratando a jerry como esclavo y que piensa el idiota de jerry rebajandose a ese nivel ¬¬ aagh la verdad que eso me molesta mucho.
Simplemente me encantó jajaj ahora leere el otro *-*
WOOOOOOWWW! Me encantooo este capitulo, al principio me rei mucho, los encuentros de jerry y joe SON LOS MEJORES HAHAHA kjnfhkjlsabndf *o* "oh, disculpe, Sr Vampiro Inmortal" hahaha jfnjsdk demasiado
Sobre la historia/sueño que tuvo jerry wooww! EUSTACE, awesome! y pobre jerry ... charity y jerry, ellos a la final terminaran teniendo algo y lo se, y sera super adorable si es asi!
Nos leemos! leere el cap 8! Love u steph
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