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jueves, 17 de mayo de 2012

Capítulo 7: Las Lágrimas de Phoena





Capítulo 7: Las Lágrimas de Phoena

Impresionantemente, ninguna bala llegó a rozar mi piel, estas volaron en distintas direcciones, saltando de un lugar a otro.
Por lo tanto, el capitán Brocchus disparó otras tres o cuatro veces, hasta que sus balas se agotaron. De cualquier forma, las mismas se desviaron lejos de mí, las escuché rozar el aire que me rodeaba, pasando junto a mí con un silbido causado por la velocidad, hasta estrellarse y estallar contra distintos lugares del barco. Varios de los piratas que Joe había atado o golpeado hasta dejar inconscientes habían recibido las heridas de las balas.
Era físicamente imposible que al disparar a una distancia de cinco centímetros de mi piel desnuda, no acertara ni siquiera una bala. Brocchus parecía consternado.
–Maldito muchacho –refunfuñó–. ¿Eres bastante poderoso entonces?
Joe estaba enmudecido a mis espaldas. Cuando giré hacia él, lo encontré manchado con sangre en un brazo. Siseaba de dolor.
–Mierda, ¿estás bien? –Joseph retrocedió cuando yo me aproximé.
–Sí, solamente me estoy desangrado, tengo una bala en medio de mi hígado y probablemente perderé el brazo. Pero sí, estoy muy bien –respondió con esa frecuente sátira punzante.
Él nunca cambiaba, incluso si en realidad estuviera muriendo, sería un arrogante encabronado.
–Déjame ver –le insté, atrapando su brazo.
Se zafó de mi sujeción.
–No me toques –rumió–. Solamente me dio en el brazo, no tendré ni una cicatriz en un par de horas.
–Oh, discúlpeme, Sr. Vampiro Inmortal.
–Cállate, al menos yo puedo ser herido –se puso detrás de mí para empujarme–. Ven conmigo, necesito ayuda.
Le dimos la vuelta a la cámara del timón, recorriendo el barco. Joe realmente debía estar en problemas para pedirme ayuda.
–Es Angelique, necesito sacarla de aquí, está realmente mal.
¡Ah! Si se trataba de Angelique, Joe era capaz de cualquier cosa.
–¿Qué le pasa a Angelique? –averigüé.
–Piensa que nunca más volverá a ver a los bebés, está enfermando realmente. Mira, Angelique y yo tenemos que volver con los trillizos, siento que me han quitado un órgano vital porque no están conmigo. Y Angelique está mucho peor...
Suspiré, interrumpiéndolo.
–Escucha, en poco tiempo llegaremos a Etruria. Prometo hacer lo que sea necesario para devolverlos a New York, será más fácil una vez que toquemos tierra firme. Haré lo que sea, cualquier cosa. Les juro por Tinia que regresarán con sus hijos lo antes posible. Ahora extrae esa bala de tu brazo, vuelve con Angie y dale un húmedo beso salvaje de mi parte, José.
Joseph prensó su mandíbula y comprimió sus puños como si deseara acabar conmigo.
–Primero, idiota, me llamo Joseph. Segundo, no me des órdenes, porque no sigo órdenes de nadie. Tercero, vuelve a expresarte de esa forma con respecto a mi esposa y cortaré tu yugular. No le daré ni un pequeño beso de tu parte.
Le sonreí.
–También te amo. Dime cómo fue que llegaste hasta aquí de todos modos –no respondió. Exhalé aire en rendición–. ¿Podrías decirme qué te trajo aquí?
–Angelique.
–¿Cómo supiste que estaba aquí?
–Sabía que estaba contigo, de modo que hablé con todos tus amigos hasta que encontré al loco hombre que es manager de tu banda. ¿Eustace, no? Él es raro, pero me trajo hasta aquí.
Suspiré.
Cielos, Eustace era malvado.
En la cercanía, oí una especie de corto gemido y me volví hacia aquel endeble sonido. Entre las sombras y bajo la iluminación de las estrellas, Charity estaba siendo acorralada por Ludwig contra las barandillas de madera, ambos se besaban con intensidad.
–¿No es esa tu novia besándose con otro tipo? –escuché decir a Joe.
–No es mi novia –me sorprendió oír que mi voz había sonado como un gruñido bajo.
La princesa estaba aferrándose de los brazos del pirata, que ahora no llevaba ese parche en el ojo y parecía haberse duchado profundamente. Al terminar de besarlo, se percató de que yo estaba contemplándola. Su rostro tomó un tono escarlata de vergüenza y luego palideció inmediatamente. Se apartó en un instante de Ludwig.
–¿Qué has hecho con tu cara, Jerry? –se acercó y puso sus dedos sobre mi rostro.
Sus manos se sintieron como el roce grácil de las flores o las gotas de una refinada lluvia. Cerré los ojos durante dos segundos, tragando saliva y captando el aroma que el aire traía hacia mis sentidos.
Benditos dioses, el aroma natural de Charity era una afrodisíaca mezcla de algo frutal, como las cerezas, y algo exótico, como un buen vino, embriagante, excitante.
Dejé de respirar mientras retenía su fragancia dentro de mí, llenando mis pulmones de ella. Sin aquel perfume costoso, la fragancia de la piel de Charity era mucho mejor de lo que cualquier mujer podía oler. Era tan suculenta que todo mi cuerpo había comenzado a flamear. Sujeté la pequeña mano de Charity entre la mía, esa que había estado delicadamente reposada sobre mi rostro.
–Dios, princesa, tienes un aroma excitante como el infierno –enterré mi nariz en su cuello que olía como el sol–. ¿Puedo tocarte los pechos?
Coloqué una mano encima de su camisa delgada, con ligereza, casi sin tocarla.
–¡Jerry! –berreó, quejándose y distanciándose. Estaba verdaderamente enfadada.
–Soy tu mejor amigo gay, tengo derechos –repliqué–. Ellos siempre tocan los pechos de las nenas sin recibir golpes. ¿Por qué yo no puedo?
Oí a Joe reírse detrás de mí.
–Cuando seas un poco más homosexual, dejaré que me metas mano, hasta entonces, ¡no me toques!
Este loco barco oscuro había convertido a Charity en otra persona. Ella ahora lucía adornos sobre su cuerpo, cadenillas con piedras preciosas, perlas y monedas de oro, que Ludwig le había hecho a mano. Estas se hallaban enredadas alrededor de sus caderas, sobre sus brazos y antebrazos, incluso en su cabeza, sobre su frente. Su cabello estaba salvaje y los rastros de ese perfume caro habían desaparecido por completo de su ropa. Cada día que pasaba estaba más buena, su piel parecía más tostada por el sol, sus ojos más azules al contraste de su tez, su cabello más descarado, su olor más apetitoso.
Ella estaba vistiendo unos pantaloncillos cortos de jean en lugar de su falda, los cuales probablemente le pertenecían a alguien más, algún menudo y delgadísimo pirata. Como el pantaloncillo era de corte bajo y le quedaba grande, caía hacia la parte más baja de sus caderas, obsequiándome una exquisita visión de su vientre plano y su abdomen desnudo debido a esa blusa pequeña que antes cubría bajo una chaqueta. No llevaba ninguna otra prenda encima de eso. Su apariencia era tan simple que la hacía más hermosa. Porque las mujeres son más hermosas tal como Dios las trajo a este mundo.
Una vez más repasé a Charity con mi mirada. Eso era... ¿Eso era una perforación en el ombligo? ¿Un piercing?
–¡Maldita sea, esa es la cosa más enloquecedoramente sexy que he visto en mi vida! –exclamé, apreciando el pequeño diamante que hacía brillar su abdomen–. ¿Cuándo perforaste tu ombligo? ¿Puedo tocarlo? ¿Puedo lamerlo?
–¡No! –ella retrocedió mientras yo la acorralaba. Se cubrió el ombligo con las manos–. Déjame en paz.
–Algún día tendré ese sabroso piercing en mi boca, ya verás.
Sentí el peso de una mirada. Desde la distancia, Ludwig me escudriñaba rencorosamente con sus ojos verdes. Sus miradas displicentes estaban comenzando a aburrirme. Si seguía de ese modo, le robaría a su novia.
El tipo se retiró con pesados pasos. Me di la vuelta para mirar a Joe, que mantenía sus brazos cruzados y sus ojos rojos, hambrientos, puestos en Charity, inclusive sus colmillos sobresalían de su boca. Advertí que relamía sus labios.
–¿El papacito vampiro otra vez quiere morderme? –Charity susurró detrás de mí, su cálido aliento contra mi espalda provocó un espasmo en mí.
Antes de que pudiera parpadear, Joe se había abalanzado contra Charity, y lo atrapé desde el cuello en ese mismo segundo. Había atacado con tanta fuerza que los dos caímos al suelo.
Sentí su peso aplastarme, su rostro iracundo se encontraba a centímetros del mío, sus colmillos angulosos amenazaban con asesinarme, su respiración glacial golpeaba mi cara.
–No la toques –le reprendí, refrenando el tono amargo de mi voz–, no toques a Charity.
En un abrir y cerrar de ojos, Joseph se había puesto en pie y se encontraba peinando sus rebeldes cabellos negros con sus dedos.
–Tú no me toques –se quejó él, sonando malcriado.
Un segundo después, sonrió perversamente para sentirse triunfante, se retiró con su caminar letal.
–Un poco presumido, pero muy hot –señaló Charity mientras le observaba marcharse.
Respiré entrecortadamente el aire que había perdido y me levanté.
–Cierto –concordé con Charity–, ese tipo está bueno.
–¿Qué sucedió con Morgana? Pensé que pasarías toda la noche con tu gitana.
–Ella dijo que... –me detuve al darme cuenta de que estaba a punto de mentir. No iba a funcionar–. Ella me echó de su cuarto.
La princesa parecía haberse sorprendido.
–¿Qué fue lo que pasó?
Le hice un breve resumen de lo que había sucedido hacía algunos minutos, antes de la pelea con los piratas y todo el asunto, por supuesto omitiendo el nombre de Alpan y todo lo que se relacionara con ella.
–Y practica la magia roja –concluí.
Charity ahora estaba reclinada del borde del barco, con sus codos sobre la madera y el viento batiendo el cabello sobre su cara. Se volvió a verme con la profundidad de sus azules ojos.
–Uh, Jerry, esa mujer te está usando, ¿no te molesta? –me interrogó.
–¿Molestarme? –alcé una ceja–, puede usarme durante el tiempo que quiera.
Ella rió.
–Eres incorregible. ¿Qué es lo que ha hecho esa hechicera contigo?
–Nada más que volverme loco –confesé–. ¿Ludwig y tú ya lo hicieron?
Sus ojos se ensancharon y su cara se ruborizó hasta tomar un tono escarlata que le hacía lucir preciosa.
–No... no... –se encontró tartamudeando, sonreí ante eso. ¿Charity Morte tartamudeando?–. ¡Oh, por favor, claro que no! Acabamos de besarnos por primera vez, no ando haciéndolo con todos los chicos, Jerry, no soy como tú.
Largué una risa suave.
–No lo hago con todos los chicos, solamente con los sensuales –le sonreí–. De igual manera, princesa, nunca te he visto ruborizarte tanto.
Le hice cosquillas en el abdomen, ella se encogió y se rió de esa linda forma.
–¡Oh, ya basta, guitarrista! –se esforzó para librarse de mis cosquillas.
La dejé tranquila mientras ella recuperaba el aliento.
–Se ha ido por completo –clamó, apuntando mi cara–. ¿Tienes algunos permanentes o todos se desvanecen? –se refería a los tatuajes.
–La mayoría de mis tatuajes son dioses o demonios capaces de poseer mi cuerpo –aclaré–. Ellos han dejado su marca en mí para dictar que les pertenezco. Las marcas permanentes, son los seres que forman parte de mí y nunca quisieron abandonarme. Algunos otros solamente acuden a mi cuerpo cuando necesitan de mí.
–¿Alguna vez tú necesitas de ellos?
–Espero nunca necesitarlos.
–¿Tienes más tatuajes ahí? –Char bajó la mirada–. ¿Qué hay bajo tus pantalones?
Ella puso sus manos cerca de mi cadera e intentó hacer resbalar minúsculamente el borde de mi pantalón, curioseando.
Alcé una ceja en un gesto sagaz.
–Bueno, bajo mis pantalones hay algo muy interesante. ¿Quieres verlo?
Emprendí a desabrochar mis vaqueros.
Charity chilló e inmediatamente cubrió sus ojos.
–¡No seas tonto! Sabes que me refería a tus piernas. ¿Están tatuadas?
–Puedo mostrártelo –insistí.
–Solo si llevas ropa interior –ella aceptó, separando sus dedos para mirar a través de las aberturas entre cada dedo que cubría sus ojos.
Volví a cerrar mis pantalones.
No llevaba ropa interior, diablos, la había perdido entre las sábanas de Morgana o en algún curioso lugar.
–Lo siento, entonces no puedo mostrártelo –me excusé.
El cielo estaba comenzando a tornarse naranja con los primeros rayos de luz del alba.
–¿Qué te parece si vamos a dormir ahora? –la princesa me propuso–. Debes estar muerto de sueño, no te he visto dormir desde hace más de dos días.
Gruñí ante el pensamiento.
–Bien. ¿Quiere un escolta a su dormitorio, su alteza?
Doblé mi brazo, ella lo cogió.
–Me encantaría, príncipe Jerry –dijo.
Junté mis cejas en mi frente.
–¿Príncipe Jerry? Pensé que pertenecía a la servidumbre o algo parecido.
–Cállate –masculló felizmente.
En la habitación, ella se recostó en la cama junto a mí, pero sin tocarme en absoluto. Pasé un brazo sobre sus hombros y la empujé hacia mí. Para mi sorpresa, me devolvió un abrazo y se quedó profundamente dormida en unos instantes con su cabeza sobre mi pecho.
Luché para no quedarme dormido. No funcionó.

Es duro darte cuenta de que el mundo no es como debería ser cuando eres tan solo un niño.
–¿Por qué, padre, los hombres tienen la capacidad de inventar cosas sin magia y ellos deciden crear más armas antes que otra cosa?
Mi padre me sonrió tenuemente.
–Porque son inteligentes, hijo. Aprendieron a atacar antes de ser atacados –me contestó.
De improviso, mi padre me golpeó con un rayo poderoso que brotó de sus dedos, arrojándome a lo lejos. Permanecí tendido en el empedrado, gimiendo de dolor.
–¡No llores! –me gritó ese hombre–. Los hombres no lloran, los hombres no tienen debilidades. ¡Levántate! ¡Levántate y defiéndete!
Tragué mis lágrimas mientras luchaba con el dolor que aún hacía trepidar mi cuerpo. Me puse de pie.
–Es injusto que los perdidos mortales miren al cielo buscando piedad y encuentren dioses como tú.
–¿Qué pasa? ¿Quieres ser como ellos? –mi padre se burló antes de volver a azotarme con un otro rayo de luz que logró quebrar mi piel hasta que mi sangre dorada brotó–. Eres un marica, una niña. Hijo, siempre he tratado de protegerte, pero eres demasiado débil. ¿Por qué no eres cómo tus hermanos? –respiré discontinuamente, silenciando cualquier quejido de dolor–. Deja de llorar y usa tus poderes contra mí, maldito niño. Sé un hombre, o todos van a pasar por encima de ti, te pisotearán y te escupirán en la cara. Aprende de una vez a matar antes de morir. Aprende a ser quien escupa los rostros de los otros. Entiende que eres superior a todos. Eres un dios, naciste de mí.
–No puedo hacer daño a otros, padre –bajé el rostro, avergonzado de no poder enorgullecer a mi padre.
Él volvió a descargar sus poderes en mí, pero esta vez con más potencia. Grité, caí de rodillas y temblé, sintiendo como si cada parte de mí estuviese siendo desgarrada y quebrada.
–¿No puedes hacer daño? ¡Oh, dioses celestiales, naciste para hacer daño! ¡Naciste sin alma! ¡Napuom, llévate a mi hijo al pozo, merece un castigo! –él llamó a una de las Lasas, que eran acompañantes de la diosa Turán y guardianes de las tumbas. Esta mujer calva me arrastró por todo el suelo–. Recuerda, hijo mío, que al menos yo te quiero, por eso soy duro contigo.
Escasamente llegaba a los ocho años, y mi padre me había apaleado y aprisionado.
La mujer calva me arrojó desde el borde de piedras del pozo. Incluso con mis ojos abiertos, la oscuridad absoluta no me permitía ver nada. Caí durante horas, estrellándome con las rocas filosas al aterrizar.
No llores, todavía podía oír la voz de mi padre en mi cabeza, los hombres no lloran, no tienen debilidades. Pero mis huesos estaban casi todos quebrados y tenía heridas que dejaron un charco enorme de sangre alrededor de mí. Me costaba respirar.
Traté de curar mis heridas con mis poderes, pero difícilmente sabía utilizar mis poderes para crear pequeñas luces mágicas o algunas otras tonterías.
–Soy tan idiota, soy tan torpe –gruñí.
La luz que salía de mí iluminó parcialmente el fondo del pozo. Parpadeé un par de veces antes de distinguir lo que estaba avizorando. Había un tipo joven a un metro de distancia de mí, colgando en la pared, atado con cadenas y grilletes forjados por mi padre. Levantó su cabeza para sonreírme.
–¿El hijo de Culsans terminó en el pozo? –giró el rostro para gritarle a alguien oculto más allá de la oscuridad–. ¿Oíste eso? El pequeño rubiecito fue desterrado.
Fruncí mis cejas. Este tipo no parecía más que un simple mortal, su cuerpo estaba herido y medio desnudo, su cabello era castaño oscuro y sus ojos brillaban en tonos verdes y azules, su barba corta oscurecía parte de su cara.
–No fui desterrado, mi padre vendrá a buscarme cuando haya pagado mi castigo –gimoteé por el dolor.
El joven se rió de mí, burlándose.
–¿Eso es lo que crees? –él resopló–. Tu padre no tiene piedad de nadie, niñito. Permanecerás aquí durante toda la eternidad, tendrás hambre y sed, o quizás moriremos ahogados cuando Phoena nos inunde con sus lágrimas.
Escuché el llanto de una mujer entre las penumbras. Efectivamente, advertí que mis pies se humedecían con el líquido trasparente de un charco que se mezclaba con mi propia sangre.
¿Esas eran sus lágrimas?
–¿Quién eres, mortal? –pregunté al chico de ojos rutilantes.
–Mortal, por ahora. Futuro rey de Etruria, mañana. Soy Eustace de Populonia, chiquillo, recuerda bien mi nombre.
Miré hacia lo alto, distinguiendo un pequeño punto de iluminación en la lejanía, donde estaba la abertura del pozo.
–Recuerda, que estés muy abajo no significa que no puedas ver el cielo –Eustace murmuró.

Desperté, respiré de forma intermitente, recordando vivamente el dolor que había sentido en mi cuerpo,  la sensación de mis labios quebrados y rotos por la deshidratación, las punzadas y debilidad por el hambre, la absoluta negrura a la que mis ojos se habían acostumbrado. Sentía que alguien me había sacado los ojos, dejándome ciego para siempre. Porque mi padre no había regresado a buscarme aquella vez, ni ninguna otra.
Limpié el sudor de mi frente, me percaté de la cama vacía en la que dormía.
¿Cuántas veces sucedía eso?
–¿Charity?
–Por aquí –la oí clamar desde el cuarto de baño.
–¿Qué haces? –rezongué, adormitado. La encontré de pie, envuelta en las sábanas de la cama, enfundando su cuerpo desnudo–. Oh, era por eso que tenía frío durante la noche. ¿Qué es lo que...
–Trato de lavar mi ropa –me explicó la princesa mientras observaba con atención un balde de agua con jabón.
Me sacudí el cabello con los dedos.
–¿Mientras más tiempo la mires, estará más limpia? –me burlé–. Ni siquiera tus manos están mojadas. ¿Es así como siempre lavas tu ropa? Porque no creo que ese método...
–Nunca he lavado mi ropa antes, ¿ok? No te burles.
Tomé un poco de espuma del balde y mojé la nariz de Charity.
–¡Hey! –se quejó, salpicando agua sobre mí.
–Princesa Charity –me moví hasta ella y la atrapé desde su cintura–, las princesas deben comportarse como princesas –saqué sus manos del agua, tomándolas con delicadeza–. Yo me encargaré de tu ropa.
Comencé a lavar su ropa con cuidado de no dañarla y la colgué al terminar.
–Es así como se hace –expresé–. ¿Sabías que tienes que tocar la ropa para lavarla?
Charity me despidió una aguda mirada.
–No me culpes por no ser una plebeya, no sé hacer este tipo de cosas –se cruzó de brazos–. ¿Tienes hambre? Lud dejó para mí una bandeja con comida en la mañana, pero no he podido comerlo todo. Además, no te he visto comer desde hace mucho.
–Comer es un placer –anuncié.
–Un placer necesario. Una necesidad placentera. Me preocupa que seas un macilento delgaducho, te prefiero con músculos.
Sequé mis manos antes de sentarme en la cama a comer lo que creía que tal vez era salmón rosado y diversas frutas como el melón o la sandía. Noté a Charity viéndome desde el umbral de la puerta del baño.
–¿No te hace falta algo, guitarrista? –inquirió.
–No me hace falta nada –tragué un poco de comida y bebí de una copa de champagne–. Nunca me ha hecho falta nada.
Sentí que mentía cuando la imagen de Morgana se formó en mi mente, atormentándome. No había estado tratando de mentir esta vez, nunca antes me había hecho falta algo. Podía vivir con todo, o sin nada, era lo mismo para mí.
Mi pecho se apretó hasta el punto de dificultar mi respiración. Estaba necesitando a Morgana de un modo antinatural.
–¿No? –Charity siguió–. ¿Ni siquiera necesitas ver? –giré mi rostro hacia ella y la descubrí sosteniendo mi par de anteojos. Casi me sonrojé–. Tampoco necesitas usar lentes realmente, ¿verdad?
–No –admití–, pero me dan más estilo –engullí el resto de la comida rápidamente–. Si me disculpa, princesa Charity, tengo otras necesidades que debo atender. ¿No le molesta quedarse sola?
Fui hasta ella y sostuve su mano entre la mía. Ella puso sus ojos en blanco, encogiéndose de hombros.
–Da igual, siempre me dejas sola de todos modos.
–No repitas una cosa así, Eustace me mataría si se entera –me alarmé.
–Ya lárgate, ve a perseguir a esa gitana loca. Luego me cuentas los detalles –puso los anteojos sobre mi rostro y me empujó a través de la puerta.
Algo apareció delante de mí repentinamente. Pestañeé un par de veces, asimilando la imagen de Eustace en camiseta hawaiana, pantalón caqui, bufanda lanuda y zapatillas puntiagudas.
–¿Dejas sola a la princesa todo el tiempo, eh? –el hombre me acusó.
Me sonrojé.
–No es cierto, paso tiempo con ella en las noches.
Eustace hizo un gesto astuto ante el comentario, alzó una interrogante ceja.
–¿Dejas sola a una princesa por obsesionarte con una prostituta?
Sentí la sangre elevándose a mi cabeza.
–No te expreses de ese modo sobre Morgana.
–Ah, perdón –se disculpó dramáticamente–. Olvidé que ella no es una prostituta. Ella solamente se acuesta con miles de hombres para lograr un fin egoísta.
Un sentimiento amargo comenzó a crecer dentro de mí.
–Eustace, no dejaré que nada le pase a Charity –respingué–. Y ella nunca está sola, Ludwig está con ella.
El hombre me sonrió aviesamente.
–Ludwig –repitió su nombre–. Ambos juegan con fuego. Ambos se quemarán.
–¿Ambos? –pregunté, sin estar seguro de qué significaba ambos para Eustace.
¿Ludwig y yo? ¿Ludwig y Charity? ¿Morgana y yo? ¿Quién?
Como etrusco, Eustace practicaba la adivinación, que era un método que combinaba la magia con la interpretación de los rayos y otro tipo de cosas similares. Su único problema era creerse dueño de los destinos de otras personas.
–Puedo acostarme con un montón de prostitutas –Eustace comentó–, pero no merecen una mínima devoción de mi parte.
–Bueno –me encogí de hombros–, soy libre de enamorarme de todas las prostitutas que desee.
–Siempre tratando de ensuciar tu linaje.
–Ahora entiendo por qué Charity es así.
Él enarcó una ceja. Desde que Charity había estado pequeña, Eustace había castigado y desaprobado sus comportamientos de superioridad. Era como si este hombre fuese el único que debía tener derecho a comportarse cabrón con los que consideraba inferiores a él.
–Tu amigo Joe, el vampiro, parece un tipo agradable –cambió de tema.
–Lo trajiste hasta aquí –le reproché–, sabías que no tiene sangre de dios.
Eustace levantó sus hombros, riendo.
–Tuve piedad de él, me rogó que lo trajera con su esposa. Ya deberías saber que soy un misericordioso santo.
–Nunca cambiarás, guapote –le dediqué una sonrisilla socarrona.
–Hay cosas que nunca cambian.
Él desapareció, esfumándose entre un espectáculo de pirotecnia.

Ludwig se hallaba de rodillas en el suelo, lavando cuidadosamente los pies de Morgana al mismo tiempo que repartía besos a lo largo de sus piernas. Sentí que comenzaba a verlo todo de color rojo de pronto.
Había dejado de pensar cuando me moví, atrapé al muchacho de su camiseta y le golpeé en el rostro una y otra vez con puñetazos. Lo sacudí y lo arrojé al aire con toda mi fuerza, procurando que se estrellara contra el muro del barco, el cual se hizo trizas y se convirtió en tajantes trozos de madera. De todos modos no pude detenerme, ni tampoco recapacitar, continué pateándolo, incluso sabiendo que el chico no podía levantarse o defenderse. Solamente después de numerosos minutos, fui capaz de escuchar sus súplicas, que me rogaban parar.
Dejé de moverme, dándome cuenta demasiado tarde de que mis nudillos estaban manchados de su sangre, amoratados e hinchados.
Hacía numerosos años que yo no entraba en un estado de furia similar. Con el paso de los años había aprendido a apaciguar la rabia dentro de mí, había aprendido a reírme de quienes me lastimaban. Había aprendido a mantener el muro de felicidad que le hacía creer a mis enemigos que nada me perturbaba, el mismo que los hacía enojar hasta un punto enfermizo.
Maldita sea, ¿sigues riendo, cabrón? Ellos decían. Había aprendido que la debilidad de mis adversarios era hacerles pensar que nada de lo que hicieran me hacía daño en realidad. Nada les molestaba más que eso.
Me di la vuelta con lentitud para mirar a Morgana, quien extraordinariamente se encontraba regodeándose de satisfacción. Sacudí la cabeza, sin entender qué me había llevado a hacerle daño a un inocente.
La gitana casi se reía con una carcajada.
–¿Celoso? –interrogó, poniendo sus ardientes ojos verdes sobre mí–. ¿Empiezas a sentirte mi dueño?
–Maldita sea –tiré de mi cabello y me incliné hacia Ludwig–. Lo siento, amigo, no quise...
Lud se puso de pie y arrojó un fuerte puñetazo a mi cara antes de marcharse.
–Ahora solamente tengo que lograr que me ames exclusivamente a mí –Morgana se sentó frente una gran mesa de caoba oscura.
Ella estaba vestida como usualmente lo hacía, con su larga falda y una blusa casi transparente amarrada por encima de su cintura. Su cabello negro estaba suelto, pero llevaba en su cabeza la pañoleta de algún pirata, sus pies descalzos adornados con monedas de oro y anillos alrededor de sus dedos y tobillos, sus brazos repletos de brazaletes y su piel pálida ligeramente más bronceada que antes.
De la nada, la gitana hizo aparecer un mazo de cartas alargadas y las extendió sobre la mesa.
–¿Quieres saber tu futuro, Jerry? ¿Quieres escuchar lo que dicen las voces de tu destino? –me dijo, barajeando aquellas cartas con revés de color vino tinto.
Desconcertado, me senté frente a ella, la distancia que nos separaba me parecía desmesurada y tortuosa.
Morgana sacó un naipe del montón y lo colocó boca arriba en medio de la mesa. La carta mostraba una sombría imagen de un hombre pie. Sin embargo, desde mi lado de la mesa, parecía que el hombre estuviera colgando de cabeza. La figura dentro de la carta se movió, comenzaron a dibujarse cuerdas alrededor del cuello del hombre, algo como sangre corrió de su boca. El rojo dentro del dibujo se extendió, llenando el naipe por completo, poco a poco.
Cuando Morgana pasó sutilmente sus dedos sobre la carta, estos se mancharon de un tono escarlata.
–Fortuna –señaló, como si recitara algún poema–. Una mujer a tu alrededor muere. Una mujer a tu alrededor te hechiza.
Eso no tenía sentido. O tal vez yo no lo entendía.
La gitana puso otras dos cartas boca arriba junto a la primera. Una de ellas mostraba la imagen de una bestia con tres cabezas rodeada de fuego, en la otra se podía vislumbrar el dibujo de un corazón, en su forma real, atravesado por seis espadas y el tallo de una rosa roja.
–Desastre –Morgana frunció el ceño al decir esta palabra–, hay algo relacionado con tu pasado. Las voces me hablan. Los demonios.
Ella se puso de pie, arrojando el resto de los naipes sobre la mesa. Caminó en mi dirección hasta detenerse delante de mí con una mirada perspicaz. Estiré mi brazo para alcanzar su mejilla y acariciarla con el dorso de mi mano. El contacto con su piel me estremeció, estaba enmudecido ante su belleza empedernida, sentía mi corazón fustigándome con urgencia dentro de mi pecho.
Con una mano, hizo un movimiento que arrojó mis anteojos fuera de mi cara. Corrí mis dedos desde su mejilla hasta la tersa piel de uno de sus hombros, luego rodeé uno de sus brazos y tiré de ella, obligándola a sentarse encima de mí, a horcajadas.
Palpé la suavidad de sus atractivos y apetitosos labios con las puntas de mis dedos, tracé los contornos de su agraciada cara de ángel diabólico.
–No me dejas pensar en nadie más que en ti –le confesé, acalorado–. ¿Qué brujería me has hecho?
–Ninguna –dijo con voz sincera mientras besaba y mordisqueaba las puntas de mis dedos sugestivamente–. ¿Qué fue lo que tú me hiciste? Desde que te conozco, no has salido de mi mente.
Cuando lamió uno de mis dedos de manera sugerente, cada parte de mi piel se sintió enfebrecida, me sofoqué de excitación. Al parecer Morgana sí pensaba en mí. ¿Me tenía en su mente cada vez que la dejaba sola? ¿Me deseaba tan constantemente como yo lo hacía?
Instalé mis manos en las curvas de su cintura, presionando su cuerpo contra el mío con más fuerza. Me sentía pequeño y tímido delante de la majestuosidad de una diosa como la que tenía en frente. Haría cualquier cosa, cualquier cosa que me pidiera.
Acuné su rostro en mis manos para besarla, pero ella se levantó inmediatamente, blandiendo una espada que extrajo de la parte de abajo de la mesa.
–Arrodíllate ante mí y suplícame si quieres tenerme –me ordenó, situando la punta filosa de su arma contra mi barbilla.
Pestañeé, sacudí la cabeza y me agaché, reposando una rodilla en el suelo. Bajé la mirada, tal como un esclavo lo haría. Mi padre estaría tan decepcionado de mi comportamiento si estuviese mirándome en ese momento.
–Te suplico, gitana, que seas mía –murmuré con voz baja.
–No seré tuya –me contradijo de manera arbitraria–. Tú serás mío. Llámame con mi nombre y ruégame.
–Morgana, por favor, deja que sea tuyo –le rogué.
Ella se rió, enfundando la espada para guardarla. Desde el suelo, levanté mi mano para tocar su delgada y larga pierna y acariciarla con mis dedos de modo ascendente. Yo sería capaz de besar el suelo por el que ella caminara. Alcé la cabeza para que mis ojos se encontraran con los suyos.
–Déjale en paz. No es tu esclavo –oí esa juvenil voz exigente y caprichosa.
Charity.
Me puse de pie para verla.
–Princesa –le sonreí casi tímidamente.
–Guitarrista, tengo que hablarte, ahora –Charity sujetó mi brazo y sonrió maliciosamente hacia Morgana. Tiró de mi brazo y me arrastró hacia nuestra habitación–. Siéntate –puso sus delicadas y pequeñas manos sobre mi pecho y me empujó hacia la cama.
Me senté sobre nuestras sábanas.
–¿Tienes más ropa que lavar o algo así? –le consulté, curioso–. Puedo ayudarte...
–¡Estabas de rodillas! ¡Suplicándole! –Charity parecía desconcertada–. Ni siquiera yo podría darte un trato tan bajo, tú no eres un esclavo. ¿Cómo pudo hacerte eso?
–Princesa, está bien. Yo seré lo que Morgana quiera que sea.
Char abrió ampliamente su boca, en un ademán de sorpresa y enojo.
–Es increíble –su voz se apaciguó–. Bueno, yo... Ludwig dejó un poco de ropa para ti, por si quieres vestirte.
Charity me alcanzó una camisa liviana sin cuello, un poco al estilo pirata, con mangas largas de volados. Al ponérmela, me percaté de que era bastante pequeña para mí. Las mangas largas escasamente cubrían mis codos, pues mi masa muscular superaba considerablemente la de Ludwig.
–Linda y hermosa princesa –comencé–. ¿Podría retirarme ahora? Morgana estará esperando...
–Espera, espera, ya sé que estás obsesionado con esa mujer, y no tengo nada en contra, pero me gustaría preguntarte algo –me interrumpió–. ¿Qué estaba sucediendo entre tú y Morgana antes de que yo llegara?
Recordé exactamente las imágenes, la sensación de su piel sobre mis dedos, de su escultural cuerpo adherido al mío.
–¿Quieres detalles? –inquirí.
–Todos los posibles –Charity pidió.
–Bueno –alargué el brazo para rozar la mejilla de Charity con mis dedos–, primero le acaricié su rostro, luchando para que mis manos no temblaran por el contacto.
Mis dedos estaban temblando ahora al tiempo que rozaban la fina piel lisa del rostro de Charity.
–Aw, eres tan tierno –la princesa situó su mano encima de la mía dulcemente, entrelazando nuestros dedos juntos sobre su cara.
–Después ella lanzó mis lentes fuera de mi cara –relaté–, de modo que yo deslicé mi mano desde su mejilla hasta su brazo –moví mi mano sobre el hombro de Charity y finalmente cerré mis dedos en torno a su brazo–. La empujé sobre mí.
Hice lo que decía, forzando a Charity a sentarse sobre mi regazo.
–Uh, exigente. Me gusta –ella manifestó en respuesta, sin mostrar intimidación alguna por nuestra cercanía.
–Cuando acaricié sus labios, ella besó mis dedos –seguí, delineando con las yemas de mis dedos los labios suculentos de Char.
–¿Así? –la princesa me dio un deliberado e inocente beso sobre mi dedo índice. Sentí un fiero hormigueo por todo el cuerpo.
Me reí apaciblemente.
–No estás siquiera cerca.
Estacioné mis manos en su cintura, poniendo su cuerpo más cerca del mío. Al sentir sus pechos contra mí noté que, a pesar de su apariencia calma, el corazón de Charity iba a una velocidad desmesuradamente rápida. Sujeté su rostro con mis dos manos.
–Luego traté de besarla –susurré.


7 comentarios:

FlooM1 dijo...

Lei, me emocioné y rei con la entrada, lei los replies <3 escuche las canciones lei edio capitulo y Shit! aparece mi madre diciendome "Mañana tenés que madrugar, apagá todo ya mismo" jfhdjkgfhjcvfjdhvfdkh LA MATARÉ, igual le dije PRIMERO LE VOY A DECIR A STEPHANY QUE POR TU CULPA ESTA NOCHE NO DUERMO, bue mi madre y su poker face es chistosa :3 Ame lo poquitito que lei, espero mañana poder leer todo & Steph Extraño condenadamente a Damien & Cole :'c
Cuidate linda y muchiiiiiiiiisimas gracias por esa dedicación constante para con nosotros, es muy valioso el tiempo y el cariño que nos das <3

micaღ dijo...

ahm sexy cap seph..uhhm y ese final ahw por dios jerry es tan hot!.. ok,ya se me secan los ojos de todo lo que estoy leyendo me esta encantando la nove y estoy re contenta de que tengas muchos comments te los mereces S,y ya desde siempre me encanta comentarte y amo que seas adicta a los comments como nosotras a tus obsesivos caps,che morgana esta re caliente con jerry que se deje de joder xq no se lo demuestra tanto como el? hu que se cree la gitana aguante char la amo(se,xq ahora soy lesbiana,es super sexy..okkk o-o)y mi cara de WTF cuando no le dieron los disparos.. ah pense que nos matabas a jer y ahora iba a ser el fantasma del barco,seria divertido el asustando a todo el mundo..estoy medio mal de la cabeza ultimamente.. seeee, aehcvkehv me voy a leer el cap 8 steph! ;)

S t e p h a n y A' dijo...

HOLA STEPH!:)

Bueno por donde empiezo? jaja estoy asi de knjffhjdshdfjd! me encanto el maratón*o* empiezo a creer que en algún momento habrá algo entre Jerry & Charity y dioooooooooos! me encanta como se expresa Jerry, me estoy enamorando pero todavia sigo amando a Damien♥ jaja leei tus replies y me emocione cuando vi uno para mi jaja ¡oh dios la autora de mis historias favoritas me escribió y con color morado!:3 jaja bueno contestando lo que me comentaste sobre el nombre Damien para mi hijo,SI lo eh pensado muy seriamente jajaja y creo que deacuerdo con el significado que me diste sobre el nombre Damien o Damián -me sorprendi- no sabía lo que significaba el nombre, pero aún asi no puedo dejar de llamar asi a alguien cercano:$ (pero aclarando, le pondre asi en honor a Damien Evander Bathory♥ el chico guapo de la saga 'The Violet City') jajaja sobre el nombre Evander me encanta*o* -tanto el nombre, como el significado- & pues Bathory es como un apellido, no lo puedo usar ¿o si? x.x igual me encanta. De hecho desde que supe el nombre completo de Damien quize investigar de donde habías sacado los nombres o si simplemente los habias inventado y pues investigue y encontre y me encontre con la historia de la 'Condesa Báthory' o su sobrenombre 'La condesa sangrienta' <- me dio un poco de intriga y lei su biografía y valla que es un nombre maldecido en cierto modo jaja:D

En fín si algún dia llego a tener un hijo con el nombre Damien Evander será en honor al chico guapo de 'The Violet City'*o* jaja y pues.. ¿que más te digo? EXTRAÑO INTENSAMENTE A DAMIEN,EUSTACE,ANIA,MIRANDA,COLE!♥ y me encanto que sigan saliendo Joseph & Angie, son asi como una pareja de exagerados! jaja y ya me los imagino con más bebés! n___n*

A por cierto sobre el capitulo, sigo sorprendida de que Ludwig sea un Vanthe, pero un Vanthe que soporto su instinto y no asesinó a Char, me encanto esa parte; todavia sigo pensando que es lo que Morgana quiere en realidad, ¿es a Jerry o tiene planeado algo?
bueno espero el próximo capitulo, espero y hagan más comentarios(40) jaja me voy Steph!:)

Love Ya!♥

Wilmeliz dijo...

Cada capitulo me sorprende mas. Pero Jerry no es esclavo de esa bruja de morgana. La verdad Joe es tan Joe lo adoro. Eustece lo amo es unico siempre llega en el momento en que uno no se lo espera. Charity de verdad que esta cambiando me alegro.
me gusto mucho el capitulo. Vaya el sueño la historia de Jerry me encanta.

FlooM1 dijo...

El final de ese primer capitulo fue impresionante,
lo de Morgana parece obsesión vjfdhfgjd ahi está el nombre del libro :') fue inconcientemente xD y lo de Charity no lo se, por alguna razon hasta el capitulo anterior mucho no m agradaba pero creo que la aprenderé a querer como aprendi a amar a Dimitri aunque no tanto xd Jerry, pobre que desgraciado su padre, se entienden muchas de sus actitudes... tan lindo y tan sabio mi viejo fuma porro legendario (L "Recuerda, que estés muy abajo no significa que no puedas ver el cielo"
tengo miedo por Angi y por Joe, sus hijos los necesitan jdhsjfdshfsh
El cap fue realmente hermoso Steph <3

itzel :3 dijo...

demoniooos este capitulo me encanto jajaj ame el final *-* pero comienzo a odiar a morgana, que pretende tratando a jerry como esclavo y que piensa el idiota de jerry rebajandose a ese nivel ¬¬ aagh la verdad que eso me molesta mucho.

Simplemente me encantó jajaj ahora leere el otro *-*

Valen Biggestsmile dijo...

WOOOOOOWWW! Me encantooo este capitulo, al principio me rei mucho, los encuentros de jerry y joe SON LOS MEJORES HAHAHA kjnfhkjlsabndf *o* "oh, disculpe, Sr Vampiro Inmortal" hahaha jfnjsdk demasiado
Sobre la historia/sueño que tuvo jerry wooww! EUSTACE, awesome! y pobre jerry ... charity y jerry, ellos a la final terminaran teniendo algo y lo se, y sera super adorable si es asi!
Nos leemos! leere el cap 8! Love u steph

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