Capítulo
16: Un Santo y un Loco
Un atisbo de
sangre fluyó de mi boca, mis dedos enganchados a la empuñadura de la navaja
retemblaban.
–Guitarrista...
–musitó Charity quedamente.
Consecutivamente,
las incineradoras llamas azules regresaron a mí, destellaron desde mis tatuajes
y por toda mi piel.
Malditos
dioses, ¿justo ahora regresaban?
–¡Basta,
Jerry! –sonó un gruñido de Damien.
El
chico había sujetado mi mano para que dejara de darme puñaladas a mí mismo. Ciertamente,
me detuve, me puse de pie lentamente, me giré, extendí una mano y mandé al
muchacho a volar.
Damien
se deslizó veinte metros a lo lejos, Ania corrió hacia él inmediatamente, su
cara se mostraba mortificada y asustada. Mentalmente evoqué un hechizo que hizo
estallar en pedazos a toda la plaga de pequeños demonios asesinos, ninguno de
ellos quedaba ahora. Aita parecía impresionado por eso. Descendió desde el
firmamento para pararse frente a mí.
–¿Sabes?
Tú y yo hasta podríamos ser amigos –farfulló con socarronería–. Anda, termina
de matar a tus amiguitos.
Sus
ojos lanzaron un destello hacia los míos, el cual me hizo quemarme en mi
interior, tal como si hubiese fuego escalando a través de mi pecho. Mi poder se
descontroló más de lo normal, rugí, me solivianté. Aita acababa de lanzarme un
embrujo de ira. Él sabía bien que aquel pecado capital podría hacer que los
dioses en mí enloquecieran crónicamente. Era demasiado para ser soportado.
Alcé
la daga que había en mis manos para enterrarla en Aita, pero él se esfumó en el
aire antes de que terminara de ejecutar el movimiento. Había llamas
atormentando mi cabeza, mi mente, se sentía como un infernal calor haciéndome
enardecer, llenándome de arrebato.
Grité
una vez más, los dioses y demonios dentro de mí gruñían, pude oír sus voces
quejándose, pude sentir sus ansias de liberar poder, su sed de matar. Sus
alaridos estaban enloqueciéndome y desequilibrándome.
Alguien
desde atrás puso amable y rigurosamente una mano sobre mi hombro.
–Jerry,
escúchame –percibí la voz jadeante de Joe a mis espaldas.
Di
la vuelta e hice un corte a lo largo de su torso, el filo de la daga rasgó su
chaqueta de cuero, su camiseta y parte de su piel. Su expresión era de perplejidad,
como si le hubiese abofeteado. Pero claro, en realidad le había enterrado una
navaja cerca de su corazón.
–Oh,
oh –soltó.
–¿Eso
qué significa, vampiro? –Charity protestó tras las rejas.
–¿Plata?
¿Usas cuchillas de plata, niña?
–Uh
–la princesa comprendió y secó sus lágrimas con el dorso de su mano–. ¿Morirás?
El
vampiro se derrumbó poco a poco en el piso.
–Si
no es así, duele como si lo fuera –decía él con las manos sobre su estómago
herido.
Mis
manos hechas puños no dejaban de temblar, las voces en mi cabeza no dejaban de bramar,
batallando verbalmente entre sí. Diablos, necesitaba paz, necesitaba silencio o
algo saldría realmente mal. Di una zancada hacia Joseph e impulsé mi arma hacia
su rostro. Él atrapó mi muñeca con su mano.
–No
te atrevas –prorrumpió.
Fui
más fuerte, lo pateé en las costillas y lo dejé tendido en el suelo después de
haberle hecho otro corte en su mejilla. Me volví hacia Charity y dejé que su
jaula se abriera.
No,
maldición, eso no podía estar bien.
Patidifusa,
la princesa salió de la celda. Tan pronto estuvo de pie delante de mí, me
precipité hacia ella, atrapé su cintura y comencé a cortar su cuello. Sus manos
se aferraron a mi brazo, tratando de detenerme.
–Sí...
adelante, Massimilianus –balbuceó con un tono trémulo–. Todos tienen razón, no
eres más que un desalmado –una fina línea de sangre apareció en su cuello–.
Eres un incompetente, un monstruo que no es capaz de hacer frente a su propio
poder –la princesa tosió mientras su garganta era desgarrada más
profundamente–. Sé que todo lo que tienes es miedo, Jerry.
¡No,
deténganse! Mi voz hacía eco en las paredes de mi mente, pero nadie la
escuchaba.
No
podía hacerle esto a Charity, no a ella.
Por
primera vez, mis dedos estaban trepidando. Por primera vez, sentí mi fuerza
luchando contra la de mis demonios. Utilicé toda mi tenacidad para tratar de refrenarme.
No
podía lastimarla.
Alguien
de pronto atenazó mis dos brazos. Eran Damien y Ania, que intentaban contenerme.
Me los sacudí de encima, una ráfaga de mi poder los expulsó por los aires.
¿Por
qué? ¿Por qué tenía que lastimar a todos los que amaba? ¿Por qué tenía que desmantelar
cada cosa que tocaba? ¿Por qué había nacido tan maldito? ¿Por qué nunca podía
hacer callar las voces de esos demonios que me invadían? ¿Por qué ni siquiera
me dejaban morirme?
Mi
peor enemigo era yo mismo.
La
única persona a la que había sido capaz de guardarle rencor era a mí mismo.
La
persona a quien más detestaba era yo.
Ese
fuego que me saturaba cada vez era más fogoso, más caliente.
Damien
se abalanzó con su espada hacia mí.
–Lo
siento, amigo, pero nadie toca a Ania –vociferó con resentimiento e intentó hundir
su arma en mí.
Atrapé
la hoja de metal con una mano antes de que esta pudiera tocarme, me reí manera
siniestra, le arrebaté la espada y logré clavarla con maestría en su estómago.
El muchacho perdió el color de su rostro mientras caía hacia atrás sin aliento.
–¡Noo,
Damien! ¡Mi Damien! –Ania chilló.
Ella
se tumbó junto a él y lo sostuvo en su regazo.
–Estoy bien –él dijo apresuradamente para
calmarla.
Aunque
era evidente que estaba mintiendo. Tomó la mano de ella y la besó, su rostro se
curvaba de dolor.
–No
me mientas –sollozaba la chica al tiempo que lo abrazaba, manchándose con su
sangre.
No
era justo.
No
es justo que se pierdan el uno al otro, clamé dentro de mi cabeza.
–Adiós
–las comisuras de mis labios se elevaron al momento en que pronuncié aquellas
palabras en mi lengua natal.
Empuñé
en lo alto la espada de Damien y luego la hice descender velozmente para cortar
la cabeza de Ania.
De
súbito algo consiguió detener mi acometida, un leve susurro, un tenue calor
tibio, diferente al que estaba dentro de mí, un suave contacto que solamente
había sentido de una mujer. Posiblemente, la única mujer que me había amado
realmente.
Al
menos eso era lo que me gustaba creer.
El
canto que retumbaba en mis oídos me debilitó, aquella canción daba vueltas en
mis memorias, me llevaba a los pequeños instantes de calma que alguna vez había
experimentado, me trasladaba a un lugar seguro y tranquilo donde podía dormir
sin pesadillas.
Ese
lugar era el regazo de mi madre, esa melodía era su cariñosa, sutil voz,
entonando aquella nana etrusca que usaba para que me quedara dormido mientras
lloraba debido a las palizas que mi padre me propinaba.
Nadie
nunca había usado palabras de amor hacia mí en el antiguo idioma. Salvo ella.
Dejé
caer todas las armas que estaba sosteniendo, me arrodillé muy despacio y me
recosté sobre el frío y duro suelo.
¿Era
posible...?
Ella
era la única que me cantaba aquella canción de cuna etrusca. Ella era la única
que tenía una voz tan dulce y poderosa al mismo tiempo. Mi madre, Culsu.
Sentí
el tacto de sus suaves manos removiendo el cabello adherido a mi cara por el
sudor. Mi madre era la única persona que jamás me había repudiado y repugnado.
Su canto lograba aplacar a cada bestia dentro de mí.
Sentada
a mi lado, ella me arrulló en sus brazos para ponerme en sus faldas, sus manos
suavizaron los rasgos endurecidos de mi cara y peinaron mi cabello.
Al
terminar de cantar me susurró:
–Tranquilo,
bebé, tu mami está contigo.
Miles
de años atrás, la frase que usaba para sosegarme era la misma.
Respiré
profundamente.
El
canto de mi madre era la única forma que yo conocía para estar a salvo, para
convivir pacíficamente con mis demonios y mi poder. Me sentí como aquel niño
asustado que antes era, como aquel que tenía miedo a la oscuridad y fue enviado
a un pozo para nunca más ver la luz.
El
fuego en mis entrañas se apagó paulatinamente y los entes que habitaban el
agujero en mi alma se marcharon para dejarme solo. En cuanto retorné a ser yo
mismo, perdí la consciencia.
No
pasó mucho tiempo hasta que volviera a abrir los ojos, lo supe porque todavía
la atmósfera olía a oscuridad y sangre. Sin embargo, no era mi madre la que me
estaba sosteniendo ahora en su regazo, era Charity.
Mi
corazón dio un respingo.
Su
rostro estaba lleno de polvo y sangre, y marcado con el recorrido de sus
lágrimas secas, su salvaje cabello rubio estaba cayendo sobre su hermosa cara. Cerré
los ojos para disfrutar su contacto, su cariño. No podía creer cuánto la amaba.
–¿Guitarrista?
–dejó salir su fatigosa y llorica voz–. ¿Eres... tú?
Temblé
por los escalofríos que me recorrían la piel de forma lacerante al recordar mis
sucias y viles hazañas, mis fechorías, todo el daño y devastación que había
causado. Las pruebas de ello estaban en las cicatrices que había sobre la
delicada, suave y dorada piel de mi princesa.
–Perdóname
–mi voz se quebró–. Princesa, perdóname –abracé su cintura.
Charity
se largó en llanto.
–Jerry,
ya basta –sujetó mi rostro con sus tiernas manos–, no te hagas esto.
–No
quiero... hacer más daño. Saca los demonios de mí, te lo suplico.
La
sostuve con fuerza cerca de mí.
–Escúchame,
Jerry, solamente tú puedes hacer eso –me explicó al oído en voz baja–. No
tengas miedo, ¿sí?
Una
silueta alada revoloteaba sobre nuestras cabezas, apenas era visible debido a
la lobreguez. Se trataba de Aita, quien aterrizó junto a nosotros con una
mirada diabólica en su rostro. El aire alrededor de él olía a cenizas, a
muerte. Para mi sorpresa, el tipo se agachó y me ofreció su mano, la cual
observé de manera recelosa.
–Vamos,
Max, toma mi mano –me persuadió–. ¿No recuerdas? Un día fuiste mi mejor amigo
–su tono era pacífico–. Lo siento, hermano. Confía en mí de nuevo, por favor.
Las
personas merecían confianza, merecían perdón, merecían segundas oportunidades.
Ojalá alguien me hubiese dado una a mí.
–Aléjate
de él –le advirtió Charity al hombre de forma desafiante.
Estiré
mi mano y tomé la suya.
Él
no hizo otra cosa que ayudar a ponerme de pie.
–Sé
lo que sientes –aseveró–. Tú y yo somos iguales. Mírame –las marcas en su piel
danzaban de modo irregular–. Sé cuánto te duele lastimar a la gente, tienes que
creerme, lo he sentido. Si me lo permites, puedo ayudarte.
–¿Cómo?
La
princesa negaba con su cabeza.
–¿Por
qué? –resopló.
–Sé
cuánto quieres acabar contigo mismo, porque esa es la única manera que existe
para dejar de provocar estropicio y oscuridad. Sé cuánto has sufrido porque es
muy difícil para ti morir. Pero, Massimilianus, yo soy capaz de matarte si tú
me lo permites. Sé lo que tienes que hacer. ¿Me dejarías acabar con tu dolor?
Joder.
Me
aclaré la garganta.
–Yo
normalmente soy un tonto –admití–, pero, hombre, hasta un niño de cinco años
puede notar tu falsedad –hice una pausa–. Sé que intentas engañarme para que te
deje matarme –suspiré–. Pero ¿sabes qué? ¡Haz lo que quieras! Soy menos dañino
si estoy muerto. Todo lo que sé hacer es matar.
Lentamente,
una sonrisa se formó en los labios de Aita.
Entonces
sentí las exquisitas manos de Charity posarse en mi hombro, estas me hicieron
girar para enfrentarla. Sus ojos azules se clavaron en los míos, chamuscándome
como si estuvieran llenos de fuego.
–¿Qué
clase de cosas has estado fumando? –me reclamó–. Sí, tal vez hay una parte
realmente asesina en ti. Pero ¿acaso has tomado en cuenta a esa otra parte de
ti? A esa que conozco, esa que da su vida para salvar a sus amigos, a esa que
pone a todos por encima, que le importa una mierda lo que le pase siempre y
cuando los que le rodean sean felices y estén a salvo. A esa que es capaz de
amar a un desconocido simplemente por existir, que es capaz de tenderle la mano
a sus enemigos. Jerry, no voy a permitírtelo, deja de odiarte de esa manera.
Ahuequé
el rostro de Charity en mis dos manos.
–Princesa...
–sentí deseos de abrazarla fuertemente contra mí. Nunca nadie se había
preocupado de esa manera por mí–. No tienes idea del sufrimiento que me causa
toda la culpa que llevo a mis espaldas, no tienes una maldita idea de lo
terrible que es sentir miedo de ti mismo, tener miedo constantemente de hacer
sufrir a otros. Tener miedo de dormir, porque cada vez que cierro los ojos, las
imágenes regresan a mí. Y aceptémoslo, muchos estarían jodidamente felices si
desaparezco.
Para
mi total consternación, Charity me golpeó en el pecho con un puño, sus ojos se
humedecieron.
–Sí,
piensa en todas las personas que te odian –refunfuñó–. ¿No fuiste tú el que me
dijo que hiciera lo contrario? Guitarrista, tus amigos están aquí por ti,
porque te aman, por ninguna otra cosa. Yo nunca tuve amigos, salvo mi hermano.
Tú los tienes y les dejarás sin ti. ¿Acaso no sabes que allá en New York, y en
el resto del mundo, hay millones de chicas que darían todo solamente para verte
a lo lejos sobre un escenario? ¿Acaso no sabes que ellas son capaces de dar la
vida por ti? –una lágrima rodó por su mejilla, escapándose de sus ojos cuando
no pudo contenerla–. ¿Acaso no sabes que yo soy capaz de dar mi vida por ti?
Jerry... te amo.
Violentamente,
ella se paró de puntillas y se colgó de mi cuello para asaltar mi boca
apasionadamente. Su beso fue desenfrenado, hambriento, sus labios daban dulces
golpes a mi boca, su sabor era picante, caluroso, su lengua probó la mía de
manera famélica.
Rodeé
su cintura con mis manos y apreté su cuerpo al mío para devolverle el beso de
manera vehemente.
–No
puedes... –dijo contra mi boca antes de continuar acariciando mi lengua con la
suya–, no puedes dejarme, te amo.
Todo
mi cuerpo estaba temblando ahora. Me separé de ella para contemplar su rostro
húmedo y ruborizado, rocé sus mejillas con las puntas de mis dedos.
También
te amo, quería decir, pero un sonido me interrumpió. Aita hizo un ruido de
repugnancia.
–Voy
a vomitar –protestó.
Rápidamente
hizo un movimiento para agarrar e inmovilizar a Charity, pero logré ponerla
detrás de mí a tiempo.
–Si
la tocas, te mataré.
–También
yo –se escuchó aquella satírica voz de Eustace.
El
hombre salió de su estupor como si acabara de despertar de un largo sueño, el
fuego verde que bailaba a su alrededor se apagó, el escudo invisible que lo
protegía había desaparecido.
–Ah,
esa posición no es realmente la mejor para dormir –parloteaba–. ¿No es la cosa
más emocionante del mundo echarse una siesta mientras el mundo se cae? A eso le
llamo ser feliz –me entregó su báculo mágico después de acercarse hacia mí–.
Sostén esto.
Dejó
de sonreír bruscamente, sus maniáticos ojos adquirieron un matiz rojo como la
sangre. Su piel comenzó a volverse opaca, de un tono negro metálico, había
escamas cubriendo la piel en su cuello y extendiéndose hasta su rostro.
Su
cuerpo aumentó tres veces su tamaño, su ropa se hizo pedazos y unas increíbles
alas de demonio se asomaban de su espalda. Lucía como un espécimen fantástico,
como esos monstruos que solamente crees posibles en cuentos de hadas o en tus
más feroces sueños de terror. Era un dragón de al menos seis metros de alto.
–Mierda
–largó Aita.
El
dragón revoloteó por el aire y se lanzó en picada hacia el dios pelirrojo,
quien inmediatamente saltó y extendió sus alas para evitar sus fauces.
Con
todo el caos, no había notado que Damien y Joseph estaban teniendo una pelea
entre las sombras. Ambos se estaban golpeando con puños y patadas, claro que
Joe era más rápido y sus colmillos sobresalían de su boca como dos dagas. Joe
se quería alimentar de Ania y Damien no se lo permitiría. Los tres estaban
mortalmente heridos y débiles.
Al
elevar mis ojos hacia el cielo vislumbré la batalla entre Eustace y Aita. El
hombre de cabellos escarlatas se defendía con su espada, pero esta no
ocasionaba daños en la bestia gigante que volaba sobre nuestras cabezas. El
dragón consiguió atraparlo entre sus dientes y lo sacudió con su hocico. Aita
salió disparado a lo lejos igual que un pequeño objeto surcando el aire.
Su
cuerpo entero estaba bañado en sangre cuando aterrizó en el suelo, su piel
había perdido el color casi por completo, la laceración que abría su estómago
parecía irreparable.
–Maldita
sea –respiró pesadamente, noté sus vagos esfuerzos para levantarse. Parecía
mareado.
Eustace
agitó sus alas, removiendo el aire y provocando torbellinos. Cuando menos lo
esperaba, él estaba cayendo en picada contra mí.
Di
un paso hacia atrás, dando un traspié.
El
dragón me atravesó con su cuerpo y me derribó con fuerza. Me incorporé,
aturdido, algo me quemó en el pecho igual que una llamarada ardiente.
–Uh,
ah –siseé.
Me
abrí la camisa para descubrir que aquel tatuaje del dragón estaba dibujándose
nuevamente a lo alto de mi torso desnudo. Mi piel expuesta lanzaba resplandores
de luz desde los bordes lumínicos de esa nueva marca que sombreaba mi piel. Una
vez más Eustace me había poseído.
–Mierda
–siseó Aita de nuevo después de verme.
Se
arrastró por el suelo para escapar de mí.
Estiré
mi brazo, el báculo mágico de Eustace se elevó y saltó hasta mis manos. Caminé
de modo amenazante hacia Aita, que gateaba con fragilidad al tratar de huir. Le
lancé una descarga de poder que salió desde uno de los extremos del bastón, el
dios ensangrentado se revolvió y gritó.
–¡No,
Max, no me mates, por favor! –berreaba–. ¡Massi... te lo suplico! –aulló de
dolor–. Por favor... ¡no! ¡No más!
Eustace,
no lo mates, le ordené dentro de mi cabeza.
Eso
pareció haber enfurecido más al dios, su poder se duplicó. Aita dejó de gritar,
pues acababa de perder la consciencia.
¡Eustace,
basta! Le grité en mi interior.
De
improviso, el dragón salió de mí. A pesar de que el tatuaje continuaba grabado
en mi piel, Eustace ya estaba fuera de mi cuerpo. Se materializó delante de mí
y destelló en su forma humana. Estaba desnudo.
Chaqueó
los dedos, haciendo aparecer un nuevo vestuario estrafalario sobre su cuerpo.
Este estaba constituido con un par de botas vaqueras, pantalones de cuero
negro, ajustados, un sombrero de copa, guantes de motorizado, un largo sobretodo
abierto que colgaba hasta sus rodillas y mostraba parte de su torso desnudo.
No
era el momento para decirlo, pero él se veía ardiente. Sus ojos me fulminaban
con odio.
–¿Qué
demonios...? –dejó su frase sin terminar y se paró derecho–. Espera –chasqueó
los dedos e hizo un hechizo, el cual le dio un peinado en puntas con todo el
cabello hacia arriba–. Ahora sí –su mirada aguda regresó a mí, perforándome–.
¿Cuál es tu problema? ¿Tendrás piedad del maldito que nunca tuvo piedad de ti?
Eustace
me dio un empujón en el pecho.
Me
tambaleé hacia atrás.
Mi
madre decía: "Trata a los egoístas con amor, es la única manera de
hacerlos sanar".
–La
única forma de hacer que él cambie, es mostrándole la bondad –respondí
balbuceando–. ¿Cómo alguien es capaz de ser bondadoso si nunca conoció la
bondad? ¿Cómo alguien podría conocer la bondad si nadie se la enseña?
El
dios se quedó callado durante un segundo, su mirada se había suavizado.
Y
me golpeó en el rostro con un puño.
Mi
boca sangraba ahora.
–¡Apártate!
–me gruñó para que dejara de proteger el cuerpo de Aita–. Él mató a mi esposa y
yo lo mataré. Y esto no es cuestión de justicia. Lo hago por venganza.
Bloqueé
su camino.
–La
venganza no te hará sentir mejor al final.
–¡Al
final y una mierda, quiero su sangre en mis manos ahora mismo! No soy tú, ¿me
escuchaste?
–No
dejaré que lo mates –le dije con calma y ferocidad al mismo tiempo, había una
amenaza implícita en mis palabras.
Eustace
se abalanzó sobre mí y comenzó a golpearme en todas partes, dejando moretones y
magulladuras por toda mi piel. Sin devolver sus irascibles golpes, lo contuve,
esquivé algunos de sus puñetazos y lo lancé debajo de mi cuerpo.
Recibí
una patada que me hizo volar hacia atrás, caí, Eustace se lanzó encima de mi
pecho para continuar apaleándome.
Hasta
que divisé las figuras de Joseph y Damien viniendo desde su espalda. Ellos lo
atraparon entre los dos, cada uno le sostuvo un brazo, el hombre se veía como
si fuera capaz de matar a cualquiera en este instante. Pocas veces en mi vida
le había visto perder el control de esa manera.
–Mi
cabello –refunfuñó.
Sacudió
su cabeza y por arte de magia su cabello castaño oscuro volvió a estar
perfectamente peinado en esa extravagante forma.
Alguien
gimoteó.
Se
trataba del dios pelirrojo, quien estaba despertando gradualmente y desangrándose.
Parpadeó varias veces como si intentara que la imagen de su visión se aclarara.
–¡Desaparece!
–le grité de modo colérico.
Él
lo hizo.
Un
segundo más tarde, reapareció.
–Gracias
–balbuceó.
Asentí
una sola vez con la cabeza y él se esfumó sin dejar rastros.
–¡Vas
a pagármelas, Massimilianus! –fue Eustace el que gritó esta vez, su expresión
era siniestra y asesina.
Odiaba
que Eustace me llamara con mi verdadero nombre. Él lo sabía muy bien.
Inesperadamente,
se escuchó el sonido ahogado de un llanto. Todos los presentes giramos para
seguir el sollozo. Mi corazón se apretó al darme cuenta de que era Charity
quien lloraba. La princesa estaba de rodillas sosteniendo al cuerpo de su
mellizo sobre su regazo, sus sollozos eran desconsolados y atragantados.
–Hermanito,
despierta, por favor –musitó.
El
muchacho estaba inconsciente, su cuerpo estaba encima de un charco de su propia
sangre, su piel parecía desgarrada, amoratada. Había sido destrozado por los
pequeños monstruos voladores.
Tenía
suficiente experiencia para saber que él ya no era más que un cadáver. No
respiraba, su corazón no latía.
–¡Dim,
despierta! –Charity sacudió el cuerpo de su hermano mientras lloraba–. ¡Dim, tú
eres todo lo que tengo! –ella apoyó su cara contra su pecho al abrazarlo–.
Hermanito, tienes que estar vivo, te necesito. Por favor, Dim.
Su
dolor me estaba matando por dentro. Yo había sido el único responsable de la
muerte de Dimitri, por mi culpa Charity estaba destrozada, sufriendo. No podía
soportarlo.
–Char,
no llores –farfullé entre dientes.
Me
frustraba no poder hacer nada para aliviar su agonía.
–No
puedo –hipó, respondiéndome.
Me
trasladé hacia ella, me agaché a su lado y la abracé desde atrás, rodeando su
frágil cuerpo en mis brazos.
–¡Hermano,
hermano! –sollozó, poniendo sus dos manos sobre el rostro pálido del muchacho–.
¡Hermano, tú puedes! ¡Becca está esperando por ti! No puedes dejarla sola...
no... no puedes... dejarme. No te lo permitiré –su voz se quebró, sus lágrimas
rodaban hasta su cuello.
–Princesa,
no llores más, me estás matando –gruñí con una mezcla de desesperación y
angustia.
Pero
ella no paraba de lloriquear y hablarle a su hermano como si él estuviera
escuchándola. La estrujé fuertemente contra mi pecho, ella descansó su cabeza
sobre mis bíceps y continuó sollozando abatida.
Nunca
había usado mi poder por voluntad propia, porque mi poder solamente me había
servido a lo largo de mi vida para hacer daño, para destruir, para matar. Tenía
tanto miedo de utilizarlo y seguir lastimando a todos los que me rodeaban. El
pánico me dejaba paralizado, me dejaba frío y entumecido, me llevaba a lugares
en los que no quería volver a estar, a la oscuridad, a la muerte.
Sin
embargo, algo en mi pecho me estaba matando mientras oía el llanto irregular de
la princesa. No podía dejarla sufrir. Ella lo era todo para mí.
–¿Por
qué? ¿Por qué él? –profirió en un murmullo–. ¿Por qué las personas que amo me
abandonan?
–Tranquila,
belleza –inmovilicé su rostro en mis manos para obligarla a mirar mis ojos, le
di un lento beso en la mejilla y le sonreí cálidamente–. No tengas miedo, yo
traeré a tu hermano, lo haré.
Mi
princesa se mostró estupefacta.
–¿Cómo?
–inquirió con la voz rota.
Besé
su cabello y me arrimé hacia Dim.
Estaba
a punto de emplear mi poder por mí mismo, por mi propia cuenta. Estaba a punto
de romper todas mis leyes, otra vez. Coloqué mis dos manos encima del pecho de
Dimitri y me concentré en entregarle mi fuerza vital. Algunas luces chispearon
desde las puntas de mis dedos pero nada especial sucedía.
Yo
era tan inútil, nunca podía hacer nada bien.
Tenía
que hacer esto, por Charity.
–¡Maldita
sea! –maldije en un gruñido al notar que nada sucedía.
Me
enfurecí y más poder chispeó de mi interior. Para mi sorpresa, la ropa de
Dimitri emprendió a regenerarse.
Demonios,
eso era algo bueno.
La
princesa colocó una mano sobre mi mejilla de manera efusiva y removió mi corto
cabello negro de mi frente.
–Tú
puedes hacerlo –me susurró de forma temblorosa–. Yo confío en ti, ¿me
escuchaste?
Mi
corazón dio un vuelco. Más y más poder brotó de mi cuerpo, algunas laceraciones
en el cadáver de Dim empezaron a cicatrizar hasta poco a poco desaparecer.
Respiré con dificultad por la debilidad que me invadió.
Cada
magulladura, raspadura y moretón en el cuerpo se desvaneció, su pálida piel
tomó ese característico matiz dorado, incluso la sangre que lo manchaba se
había convertido en vapor. Nuevamente él estaba tan perfecto como era, podía
apostar a que ese aroma a perfume costoso había regresado a su piel, cada uno
de sus cabellos estaba en su lugar. Todo estaba en orden.
No
obstante, él seguía sin despertar, sin respirar, sin abrir sus ojos. Su pecho
continuaba apagado, su corazón no palpitaba.
Quizá
era muy tarde.
Si
su alma todavía estaba con él, el chico debería haber vuelto a la vida. Si su
alma se había marchado, no había nada por hacer.
Dejé
escapar un sonido ronco gutural.
–¡Dim,
hombre, no hice todo esto para que te marcharas! –jadeé, a cada instante era
más trabajoso tomar aire.
Punzadas
dolorosas estaban abatiéndome.
–Hermanito
–decía Char con lágrimas en los ojos–. Por favor, hermano, regresa –le abrazó–.
Si regresas, te dejaré ganar en baseball cuando juguemos con Becca, te lo
prometo.
Ella
lo mantuvo estrujado en sus brazos.
–Querrás
decir que dejarás de hacer trampas –se escuchó la voz del muchacho ahogada
contra su cuello.
Hubo
un vacilante segundo de silencio.
–¡Hermanito!
–vociferó Char y lo apretujó contra su cuerpo–. ¡Mi lindo hermanito!
Llorando
de felicidad, lo besó en la mejilla. Él parecía avergonzado.
–También
te amo, hermana, pero deja de avergonzarme de esa manera.
Sonreí
por la escena.
–¿Yo?
–exclamó Char indignada–. Al menos a mí no me ha besado un dios extraño.
Dimitri
se ruborizó hasta un punto encantador, se alejó de mí velozmente.
–Si
alguno de ustedes me besó, será mejor que corra ahora mismo.
La
princesa y Dim (el príncipe) se levantaron del suelo. Ella soltó una risa maliciosa,
él la fulminó con la mirada.
–¿Estás
mintiéndome? –espetó el muchacho.
Charity
se reía con la picardía de una niña traviesa, se arrojó a sus brazos para darle
otro abrazo.
–No
sé qué haría sin ti, Dim.
Él
la envolvió en sus brazos.
–La
próxima vez que te diga que no vengas a Etruria, no lo hagas –le reclamó.
La
princesa arqueó una ceja.
–Tú
no me das órdenes, plebeyo.
–¿Jerry?
–oí decir a Joe, que se inclinó para poner una mano sobre mi hombro–. No te ves
bien.
–Tú
tampoco estás en tu mejor estado –balbuceé–. En estos momentos ni siquiera
estoy enamorado de ti.
–Cabrón
–soltó.
Damien
me tendió una mano, la que no estaba ensangrentada y presionando la abertura
que le había hecho en el estómago. La tomé y me puse de pie.
–La
próxima vez que intentes lastimar a Ania –me amenazó–, juro que te liquidaré.
–Créeme,
no lo volveré a hacer.
Paseé
mi mirada hacia Eustace, que estaba más alejado del grupo y me avizoraba como
si deseara asesinarme en ese preciso instante. Negó con la cabeza, despacio.
–No
puedo creer lo que hiciste –arguyó displicentemente.
Cuando
Damien dejó de sostenerme, me desplomé en el suelo. Todo se volvió difuso.
–¿Hermano?
–el Leive dijo con preocupación.
–¿Jerry?
–Charity corrió a mi lado–. Guitarrista, ¿qué tienes?
Su
voz se escuchaba a lo lejos, un eco se repetía en mi cabeza.
–Morirá
–le respondió Eustace con entusiasmo–. Él no puede revivir a los muertos. Él
acaba de entregarle toda su energía vital a tu hermano. En otras palabras, le
dio su vida.
La
mirada desorientada de la princesa capturó mis ojos de inmediato.
–¿Qué
has hecho, Jerry? –murmuró, aturdida por las ganas de llorar.
–Mi
princesa... –contesté en un gimoteo–, era la única forma de salvarlo. Lo hice
por ti.
Ella
separó ligeramente sus labios.
–No
es posible. ¡Esto es tan injusto!
¡Joder!
¿Eso también la hacía sufrir? ¿Es que acaso no podía hacer nada bien?
–¡Eustace,
sálvalo, ahora! –sollozó malcriadamente.
Una
risa endemoniada salió de Eustace.
–¿Qué
acaso tengo cara de santo? Yo no pienso dar mi vida por él.
–No...
Jerry... ¿por qué tú? –lloraba Char–. No podré soportar que te vayas. No podré
soportarlo, no otra vez –acercó sus labios a los míos para hablarme de cerca–.
No mueras, te lo suplico, mi príncipe –sujetó mi camisa abierta con sus dos
puños cerrados.
Coloqué
mi mano sobre la húmeda piel de su mejilla.
–Tú
eres fuerte, podrás dejarme ir, lo sé.
–No
soy fuerte, soy una tonta, una tonta por enamorarme de ti. ¡Me estás haciendo
daño!
Me
incorporé sobre un codo y la atraje hacia mí.
–Escúchame,
princesa, te amo –intenté que mi tono fuera firme al hablarle tan cerca que mis
labios rozaban los suyos–. Siempre estaré contigo, no te dejaré sola. Lo
prometo. Pero por favor no sufras, no por un cobarde e imbécil como yo. Todo lo
que he intentado hacer es darte felicidad, pero no hago más que arruinarlo
todo. Déjame ir ahora sabiendo que estarás bien, por favor –parpadeé,
esforzándome para que mi visión regresara–. Adiós... princesa.
22 comentarios:
NO NO NO NO!!! como va a estar muerto!!??
Dios que capitulo!!!
¿Que no escribes bien? anda ya!!! Si tu tienes un don para escribir! sabes ponerle sentimientos a cada palabra que escribes!!
o.O
Este capitulo me dejo sin hablaa!Cada letra que expresas es mágica De principio a fin!...
" Espera –chasqueó los dedos e hizo un hechizo, el cual le dio un peinado en puntas con todo el cabello hacia arriba–. Ahora sí " JAJAJAJAJAAJAJAJAJAJAJ este hombre no es para nada normal,el look ante todo!
luegoo Dim!..entre en depre de inmediato pero luego Jerry lo salvo dando su propia vida por el...DIOOS! Jerry no puede ser mas PERFECTOO! creo que es el personaje que he quedado mas flechada, no puedo creerlo!lo AMOO!
Y esos "te amo" Jerry & Char son tan perfectos juntos! *-*
Ahh y las que leen tu nove y no entienden algo están medias locas, porque todo lo que escribes se entrelaza a la perfección!
No puede ser el capitulo estubo emocionante. Jerry siempre tan bueno. Cuando dio su vida al dim solo por char eso le quedo hermoso. En cierta parte entiendo a Eustace el solo quería vengarse. Muy buen capitulo me ha encantado.
Creo que muy en el fondo siempre supe que Jerry y Char terminarian juntos. el capitulo estuvo muy bueno. La verdad me encanta Jerry el es tan bueno, el siempre tan lindo.
Me gusto que diera su vida por dim solo para que char fuera feliz, aunque ella no seria feliz sin el.
Aita es un desgraciado mira que querer matar a Jerry lo odio. Jerry debio dejar que Eustace lo matara.
Sabes estaba leyendo sombre tu comentario y yo tengo un compañero de clase que se llama Leive. Cada vez que lo llamaba en el salon me recordaba a tus libros. Creo que gracias a el era que me recordaba que tenia que leerte ya que yo suelo ser muy despistada.
Bueno dejo de aburrirte buen capitulo.
Bueno no se como empezar.
Jerry no es justo han sido dos capitulos en los que pienso que muere. Aunque en este ya es definitivo. Eres cruel, aunque se que en el otro tu no permitiras su muerte.
Jerry es hermoso y el y charity hacen una hermosisima pareja.
Char y Dim son tan lindos son los mellizos mas adorebles.
Bueno la verdad me ha encantado el capitulo tus novelas son estupendas.
Espero no haberte echo sentir mal con mi comentario no habia sido mi intencion y ten en cuenta que eres muy buena escritoria. Solo que el capitulo 14 si no me equivoco me resulto dificil de entender aun cuando lo lei mas de dos veces. Aunque al final lo entendi gracias al otro capitulo. Ya que el capitulo 14 me resulto algo aburrido.
Aun asi tus novelas son entretenidas y se nota que cada vez mejoras mas.
No puede seeeeer!!! No lo mateees xfavooor uhedihednceihdnreidnerij!!
Que fuerte es este capitulooo, increiblee...!! Ya estoy leyendo el otro k ganas x dios !!!
Eres increible Steph, no dejes nuuuunca de escribir!
Me tienes llorando desde el final del anterioR capitulo, y con este no pare de llorar...Steph por que nos haces sufrir tanto a tus lectores...estoy tan triste!
Me encanta cada vez que hay maraton! y si ya Obsesion esta llegando a su final =(...pero ojala que lo proximo que escribas lo publiques en el blog, para esto ya es una rutina, entraar leer, dejar volvar mi imaginacion, emocionarme, llorar, reir y sentir celos, no se que haria si ya se que no habran mas capitulos para leer la sigiente semana.
xoxo
ATT: MCamiCC
Me encantado esta maratón.. Steph unas preguntas! ¿Lees a diario? porque yo lo hago y por eso algunas semanas no escribo para poder leer varios libros y me pregunto como haces tiempo para escribir cuando estas en la uni.. A mi no me alcanza el tiempo y por eso me es dificil terminar mis novelas en tiempos relativamente cortos.. Un par de consejillos me caerían bien. C:
Me gusta lo que haces porque yo también soy escritora con experiencias y muy buena, me gustaría mucho escuchar como haces para el tiempo, cuando estoy en la uni es lo más difícil y también cuando me tomo la molestia de leer diariamente.
ooooooooooooh mi Diooooooooos!!!!!!!! eres la mejor escritora de la historia, tus novelas son las mejores, el maratón fue increible <3
Steph. ¿Cómo es tu procedimiento al escribir? Es decir, ¿Cuántas horas diarias? ¿Prefieres la privacidad y soledad o que halla ruidos a tu alrededor? C:
Me alegro mucho de que hayas tenido muchos maratones de sorpresas, cayendo en cuenta que hubo un momento en el que pensastes que nadie te leia y que no servia que nos dijeras de los maratones. Que lastima que cuando subas capitulo el lunes no podre leerlo ya que estare en un viaje estudiantil y no tendre internet. Solo espero que haya internet en el hotel para entrar desde el ipod aunque me quede ciega. Tus novelas son estupendas.
Cada vez que leo los capitulos me enamoro mas de Jerry que es lo que ese chico hace para que uno lo ame. No puedo creer que se este muriendo o ya lo este. Jerry siempre tiene ese corazonsote que lo caracteriza. Lo amo.
Steph eres una excelente escritora solo que eres mala. Porque siempre tienes que hacernos sufrir? No quiero que Jerry muera tendre que ponerme a leer el otro capitulo haber que pasa.
Sin duda tus novelas me sorprenden. Siempre me dejas en schock aunque ahora podre saber que pasara como las ultimas veces. jerry no puede morir el es especial es un amor y charity lo ama con todo su corazon.
No puedo creer muere
LLORÉ COMO UNA PUTA.
Dim, lo amo, no podía morir,tampoco Jerry, no puede no puede menos por el acto tan noble que hizo. Salvo a Aita y a Dimitri.
Como ya te dije me encanta Eustace pero tambien lo odio, es un completo ¡desquiciado!. [Has creado a uno de los personajes más locos de la historia, siéntete orgullosa wachaaa]
Mi madre decía: "Trata a los egoístas con amor, es la única manera de hacerlos sanar". <3
Realmente debo de admitir que morí de la risa cuando Eustace se fue a dormir, Osea WTF. Todos peleaban a muerte y el dormía, definitivamente eso es emocionante y de locos. (?)
Amé el capitulo, me voy a leer el otro.
Terelú. :)xx
ok, creo que definitivamente estos capitulos me causaran un ataque al corazon x.x
Son realmente muy buenos steph, me encanta cada vez más esta novela, no quiero que se acabe y es que ¿cómo? jerry no se puede moriiiir porque? porqué él??
nooo que no se muera
ahhh!! NOO NOO NOO no jodas steph! que wacha sos como me hiciste llorar!!! ahh me muero dios jerry,te juro que si se muerme me suicido.. haha ok, dios necesito leer el prox cap porque te juro que no aguanto.. despues te dejo un super comment beso
MI CAPITULO FAVORITOO!
MUCHA ACCIÓN!
Wow
sin palabras!
Eres grandee!
Wow pero que capitulo enserio la verdd esta buenisimo y escribes genial *-* <3 Te amo ! (?) Jajaja D: casi entre en panico cuando Jerry moria T.T enserio llore y chille ya ni podia seguir leyendo pero la verdad es que el cap esta muy bueno, c: me encanto mucho T.T aun que me dolio tanto en el alma Damien D: y cuando acuch1illa a Joe TT.TT Waaaaaa no lo supero!
Y me parecio super conmovedora en donde :C Jerry deja caer la espalda y se arodilla y se deja caer en el regazo de charlity, pero me confundi un poco, Charlity comenzo a cantar? O: bueno el punto es que waaaaaa pobre jeerry T.T mori mori mori cx Este cap si que me encanto muchisimo-
Wow pero que capitulo enserio la verdd esta buenisimo y escribes genial *-* <3 Te amo ! (?) Jajaja D: casi entre en panico cuando Jerry moria T.T enserio llore y chille ya ni podia seguir leyendo pero la verdad es que el cap esta muy bueno, c: me encanto mucho T.T aun que me dolio tanto en el alma Damien D: y cuando acuch1illa a Joe TT.TT Waaaaaa no lo supero!
Y me parecio super conmovedora en donde :C Jerry deja caer la espalda y se arodilla y se deja caer en el regazo de charlity, pero me confundi un poco, Charlity comenzo a cantar? O: bueno el punto es que waaaaaa pobre jeerry T.T mori mori mori cx Este cap si que me encanto muchisimo-
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