Capítulo
13: Cacería de Brujas
Todavía
recordaba la última conversación que había tenido con mi padre, la oía claramente
en mis oídos, haciendo eco en las paredes de mi mente. Se burló de mí tanto
como quiso. Me había llamado mocosa
inútil, me había humillado con cada tajante palabra que se le ocurrió. Haz lo que quieras, me había desafiado
ante mi amenaza de escapar. A diferencia
de Micaela, tú regresarás lloriqueando después de un par de horas.
Odiaba
escuchar todas esas palabras que me descalificaban. Llorica, malcriada, inútil,
débil. Si ahora representaba todos esos adjetivos, no lo haría nunca más.
Luciana Winterborough no era una cobarde. Y subestimarme, se convertiría en un
error.
Curiosamente,
Sebastián nunca se había atrevido a decir cosas como esas de mí. Al menos no en
mi presencia. Él era sincero, intransigente. Si lo pensara, no dudaría en
soltarlo. Me había dicho otras cosas, pero no creo que ninguna me hubiera
molestado tanto como aquellas mencionadas por el rey y Nicodemus. Ellos me
creían incapaz de todo.
–Coge tu
espada –me dijo este último–. Si quieres ser útil el día del rescate, empezarás
a entrenar desde ahora.
Hice lo que me
mandaba, aniquilándolo con la mirada. Habíamos acordado que entrenaríamos a
solas en el bosque, de manera que los otros soldados no pudieran preguntarse
por qué un tipo tan inexperto había entrado a su legión.
–Sí –mascullé–.
De otro modo, seré un estorbo. Una niña inútil.
Mis palabras
parecieron golpear a Nicodemus, su expresión se suavizó.
–Jamás he
dicho eso.
Abroché mi
pechera.
–No con esas
palabras –admití–. Pero lo has dejado claro.
Se acercó.
–Lo estás
haciendo mal –me ajustó la armadura. Sus manos rondaban cerca de mi cintura–.
Quiero ver tu postura, sostén la empuñadura.
Se alejó un
par de pasos para mirarme. Regresó para corregirme. Estaba haciéndolo todo mal,
desde sostener la espada, hasta la posición de mi cuerpo. Acomodó mis dedos
sobre la empuñadura de mi arma y levantó mi codo.
–Separa las
piernas –con una rodilla, las separó él mismo–. Flexiona un poco las rodillas.
Eso es –se puso a un metro de distancia–. ¿Qué tal están tus costillas?
Palidecí.
Si vuelves a golpearlas, moriré.
–Oh, mucho
mejor. Prácticamente no las siento.
Eso era porque
casi había dejado de sentir mi torso entero. Sebastián tenía razón, te
acostumbras al dolor, no importa cuán desgraciado sea. Y no, nunca mi
vocabulario había sido tan sucio, ni siquiera en mis pensamientos. Pero desde
ahora sería otra mujer. Una más fuerte.
–¿De verdad?
–Nico alzó una ceja, no me creía–. Desde aquí pareciera que no puedes siquiera
moverte.
Hice una mueca
jactanciosa.
–Tú lo has
dicho, pareciera.
–Eso significa
que puedo poner mi puño justo ahí, ¿no?
Si pudiera
perder más color, lo habría hecho.
–Yo...
–Sabes bailar
–prorrumpió–. Eso ayudará en tu equilibrio. Pelear no es más que una danza –una
dolorosa–. Baja la espada –me ordenó–. Antes de enseñarte el manejo de armas,
debes desarrollar tu resistencia. Debes aprender el manejo de tu propio cuerpo
–enterré la espada en la tierra–. Empezaremos con algo sencillo. Golpea mis
manos.
Extendió sus
manos delante de mí, la cuales estaban envueltas en los guantes de su armadura.
Cerré las mías en puños.
Estuve largos
minutos dando puñetazos a sus manos mientras él me observaba con aburrimiento.
Más tarde, trató de enseñarme a patear. Levantar mis piernas hasta sus manos ya
era una ardua hazaña, hacerlo con fuerza era más que complicado. Además,
Nicodemus era alto, casi nunca atinaba en el blanco.
–Derecha,
derecha, izquierda –me repitió el patrón–. Primero puños, luego patadas. ¡Te
hace falta fuerza y resistencia! ¡Más rápido!
Repetí ese
patrón en mi cabeza una y otra vez al tiempo que los ojos de Nicodemus me prestaban
atención. Parecían despedir llamaradas azules. Mis músculos ardían, pero me
negaba a parar. Tenía que hacerme más fuerte si quería participar en el rescate
de Sebastián. Tenía que ser capaz de protegerlo si fuese necesario, también a
Nicodemus.
–Tu padre me
matará –profirió–. Dos de sus hijas se han escapado. Nadie aquí puede saber que
eres la princesa. Si alguien se lo dice...
–Tres de sus
hijas –le corregí de pronto, jadeando–. Dolabella.
Su mirada se
ensanchó ligeramente.
–¿Dolabella se
escapó?
Derecha, derecha, izquierda. Más rápido, más rápido.
Izquierda. Más rápido. Derecha, derecha.
–No, pero lo
hará –dije sin aliento.
–Detente –me
avisó Nico.
Mi respiración
era pesada, el sudor empapaba mi cuerpo.
–Todavía
puedo...
Él sacudió la
cabeza.
–No es sano,
estás temblando. Mañana seguiremos.
Me limpié la
humedad del rostro con la manga de mi camisa.
–Quiero darme
un baño.
–Lo haremos al
amanecer. Hace frío y el lago está oscuro, es peligroso –en silencio, caminamos
a través de los árboles–. Y, Luciana, si pensara que eres un estorbo, o una
niña inútil. Nunca te habría dado la oportunidad de estar acá.
–Lucius –le
guiñé un ojo.
Cuando
regresamos al campamento, nos sirvieron gachas dulces con poca miel. A pesar de
que estaba muerta de hambre, tuve una batalla al comérmelas. No sabían
demasiado bien.
–¿Qué?
–inquirió Nico al advertir que revolvía mi comida en el plato–. ¿Estás
demasiado acostumbrada... acostumbrado, a tus cocineros del castillo?
Tragué una
gran cucharada de comida.
–Estoy bien.
Él largó una
risita.
–Dormirás esta
noche en mi tienda, he puesto una cama ahí para ti.
Por poco me
atraganté.
–Dormiré...
¿contigo?
Se encogió de
hombros.
–¿Prefieres
compartir tienda con uno de ellos?
Señaló hacia
todos esos grandes soldados de aspecto peligroso. De cualquier forma, no me haría
regresar al castillo, si era eso lo que se proponía.
–Dormiré en
cualquier parte –acepté.
La tienda era
pequeña, las dos camas estaban prácticamente unidas. Pero no iba a quejarme, no
podía darle esa satisfacción al fanfarrón capitán. Él no se durmió hasta un
poco más tarde de la medianoche, estaba ocupado trazando un plan para ingresar
en las mazmorras y liberar a Sebastián.
Entretanto, yo
recortaba mi cabello con una afilada daga. Necesitaba darle forma. Vislumbré mi
reflejo sobre la superficie de plata del escudo de Nicodemus. Mi pelo caía
sobre mi frente y rozaba mi nuca, tenía casi el mismo largo que el de
Sebastián.
¿Cuántas veces
por minuto pensaba en ese chico? ¿Por qué es que todo se relacionaba con él?
¿Dónde estaría en este momento? ¿Qué estaría haciendo? ¿Pensaría, por un
segundo, en mí? Probablemente estaba asustado, encerrado, siendo golpeado o
forzado a trabajar. La gente no sobrevivía demasiado tiempo a las mazmorras de
Populonia.
–Buenas
noches, Luciana –se despidió Nicodemus antes de apagar la última lámpara de
aceite que se hallaba encendida.
Permanecí
entre las sombras un momento antes de meterme a la cama. En mis sueños, busqué
al caballero de plata y bronce. Pero, por más que grité su nombre, llamándolo,
no lo encontré. Él siempre había estado ahí cuando cerraba los ojos, ¿por qué
no ahora?
Alguien retiró
las sábanas de mi cuerpo. Me acurruqué en el incómodo colchón. Hacía tanto
frío... Gemí.
–¡Lucius!
¡Despierta!
Por los
dioses, acababa de quedarme dormida, no podía haber amanecido tan pronto. Me
revolví. Yo estaba acostumbrada a pasar la noche en vela y a dormir hasta la
hora del almuerzo. Mis párpados pesaban demasiado como para abrirse.
–¡Ah, me
ahogo! –me incorporé de un salto cuando Nicodemus derramó en mi cara un tazón
con agua.
Él se reía a
carcajadas.
–Vístete,
saldremos a trotar con el resto de los soldados.
–¿Qué?
–chillé–. ¡Pero si todavía es de noche!
–Faltan dos
horas para que amanezca –me contradijo–. Apresúrate, o te dejaremos. ¿Alguna
objeción? –murmuré un insulto–. ¿Cómo?
–Ninguna,
capitán.
Salió de la
tienda, dejándome a solas.
Ellos estaban
a punto de marcharse hacia las colinas cuando me reuní con el grupo. Nicodemus
estaba al frente, liderándolos. No había manera de que lo alcanzara, así que
corrí junto a dos sujetos grandes, músculos y atractivos que estaban al final
de la formación. Maldición, todos ellos eran atractivos. Nicodemus era, de
hecho, el de aspecto más joven.
Uno de los dos
hombres me echó un vistazo de reojo.
–¿Por qué el
capitán te protege? ¿De dónde vienes? –no vaciló en preguntarme.
–De... yo...
yo trabajaba en el Castillo Real.
Los dos se
rieron pérfidamente.
–Oh. Y, ¿cómo
dices que te llamas?
–Lucius.
–Lucius ¿qué?
Infiernos.
Tartamudeé.
–Von... Von
Däniken.
–¿Eres hermano
del chico al que vamos a rescatar?
Oh, demonios.
Tuve ganas de golpearme en la cara.
–Sí, yo... Bueno,
es un apellido común.
–¿En dónde?
¿En dónde? ¡En
dónde! ¿Cómo se suponía que yo lo sabría?
–En Alemania
–respondí.
–¿Alemania?
–me preguntó uno de ellos.
–Oh, ya sabes,
ese país de mortales –le respondió su compañero.
Asentí como si
supiera de lo que hablaba.
–Muero por ir
al pueblo para echarme a unas cuantas mujerzuelas –comenzó a decir el más alto
luego de cinco minutos–. ¿Qué tal tú, Lucius? Pareces muy joven, apuesto a que
eres virgen.
Los dos se
rieron, empujando mis hombros.
–No soy virgen
–rebatí–. Tengo arsenales de mujeres.
–¿Sí? –uno de
ellos alzó una ceja–. Nombra alguna.
Sonreí antes
de mencionar sin vacilación el nombre de mis once hermanas.
El soldado más
bajo separó ligeramente sus labios.
–Entonces,
cuéntame. ¿Qué haces para hacerlas gritar?
Me sonrojé hasta
que mi piel se confundió con mi cabello. ¿Qué iba a decir ahora?
–Las... toco
–recordé la carta que había escrito con Dolabella para alejar a lord
Nicodemus–. Y... las beso. Beso sus pechos.
Recibí una
afectiva palmada en la espalda.
–Me llamo Nero
–comentó el menos alto, que parecía tener unos veintiséis años. Tenía barba
larga, cabello rubio rojizo y ojos de color esmeralda.
–Yo soy Galeo
–dijo el segundo, que, a pesar de ser más alto, lucía más joven. Tenía la piel
de un increíble tono bronceado, los ojos azules, una recortada barba y el
cabello castaño.
Les sonreí.
–Seremos
buenos amigos.
Se burlaron
con una risotada.
–Por supuesto.
–¿Por cuánto
tiempo estaremos corriendo? –balbuceé sin aliento. Mi cabeza estaba palpitando
con punzadas de dolor.
Habíamos
estado trotando durante unos veinte minutos.
–Oh, tan sólo
será una hora.
¿Tan sólo?
¡¿Una hora?!
Durante todo
el camino, estuve recordándome a mí misma que debía continuar moviendo los
pies. Primero el derecho, luego el izquierdo. Por último respirar. Respirar
lentamente para evitar fatigarme.
Alrededor de
los cuarenta minutos, mis pies dejaron de moverse, mi visión se había vuelto
borrosa. Me incliné, apoyando las manos sobre mis rodillas. Mi pulso iba
deprisa, el campo estaba girando a toda velocidad, la ropa se me pegaba al
cuerpo debido al sudor frío que me empapaba de pies a cabeza.
–¿Te
encuentras bien? –me preguntó Galeo, tirando de mi brazo.
–¿Qué hacen
ahí parados? ¡Muévanse! –Nicodemus estaba abriéndose paso hacia mí.
No podía verme
así.
Intenté
enderezarme, pero lo único que conseguí fue doblarme aun más. Caí sobre mis
rodillas, tuve fuertes arcadas y vomité sobre el césped. Lo hice durante largo
rato, expulsé cada cosa que había comido la noche anterior, temblando, a punto de
echarme a llorar. El sabor amargo se había pegado a mi garganta, las
contracciones continuaban retorciendo mi estómago, mis manos estaban pegajosas.
Gracias al
cielo tenía el cabello corto.
Maldición, el
príncipe me había visto vomitar. Cuando levanté mi rostro para verlo, quise
enterrar mi cabeza en la tierra. Estaba tan avergonzada.
Al menos él no
parecía asqueado. Se limitó a mirarme de manera estoica. No parecía sentir
alguna pena o compasión por mi estado, no iba a recogerme, ni me ayudaría a
limpiarme, ni me diría que todo estaba bien. Ni siquiera me ofrecería su mano.
Era un insensible.
–Levántate –me
gruñó–. Puedes ir adelantándote hacia el lago que se encuentra colina abajo. Te
alcanzaremos más tarde –asentí mientras apoyaba un pie en el suelo para levantarme.
Me tambaleé–. ¿Te encuentras mejor?
Estaba tan
mareada.
–Sí, capitán
–mentí.
Prácticamente me
arrastré montaña abajo. Mis pies no eran capaces de despegarse del suelo, mis
manos se aferraban a cada superficie para evitar que me derribara mi propio
peso. Estaba jadeando cuando encontré el agua.
Me lavé las
manos, el rostro y el cuello. El agua fría se escurría hasta mi pecho, refrescándome.
Me quité las botas y la armadura. Estaba empezando a desabrochar los botones de
mi camisa cuando una docena de hombres se acercaron corriendo. Los soldados.
Ellos comenzaron a desvestirse en mis narices mientras yo les miraba perpleja.
¡Jamás había
visto a ningún hombre desnudo!
No sabía si
debía huir, o cubrir mis ojos, o... comencé a caminar en retroceso hasta que
tropecé. Salté al darme la vuelta y reconocer a Nicodemus, quien se reía
traviesamente, sosteniendo mis brazos.
–¿Qué pasa,
Lucius? ¿No quieres entrar al agua?
Sacudí la
cabeza con torpeza.
Él también
empezó a quitarse la ropa sin pudor alguno. Divisé la piel pálida de su pecho
fuerte cuando se sacó la camisa por encima de la cabeza. Desabrochó sus
pantalones, mostrándome su ropa interior. Mi rostro ardía. Escapé corriendo,
dando traspiés, estrellándome contra otros cuerpos sudorosos semidesnudos.
En el
campamento hacía más calor que de costumbre, el sol había empezado a despuntar
y me estaba tostando la piel. Por Tinia, acababa de verme rodeada por una buena
cantidad de hombres desnudos en plena forma. Todavía el rubor me cubría todo el
cuerpo.
De repente, un
joven se aproximó al cuartel, galopando en un pequeño poni. Era escuálido,
menudo y parecía tener unos quince años. En su vestimenta llevaba el símbolo
del monarca. Dos cruces unidas verticalmente. Me miró, buscando a alguna otra
persona en derredor.
–He traído una
carta de Lord Vittorio, Su Majestad Imperial y Real –anunció–. Debo
entregársela al capitán Nicodemus D' Volci.
Extendí una
mano.
–Puedo
dársela, soy su escudero.
El chico me inspeccionó
con recelo, pero me la entregó antes de marcharse raudamente. Lo único que
tenía el sobre era ese mismo símbolo que llevaba el mozalbete en su traje. Era
una carta de mi padre, para Nicodemus. Pero yo era su escudero, además de la
princesa, hija del mismo rey. Tenía todo el derecho de leerla.
La cacería de brujas ha comenzado, corten tantas
cabezas como puedan.
Lord Vittorio el Grande,
Majestad Imperial y Real.
Eso era todo
lo que decía, en la elegante letra cursiva del consejero de mi padre. La tinta
del enunciado era negra, mientras que la firma del monarca resaltaba en rojo.
Mi corazón latió presurosamente. ¿Era eso tinta o sangre?
–¿Qué es eso?
Alcé la vista
para encontrar a Nicodemus cerniéndose sobre mí, su sombra me cubría. Su
cabello castaño oscuro estaba mojado, goteando, al igual que su inmaculado
torso desnudo.
–Una carta
–confesé, dándosela–. Para ti.
Sus ojos se
estrecharon.
–¿La leíste?
Le sonreí,
como si eso pudiera reparar el daño.
–Eres
incorregible.
Tardó un
segundo en leerla, despidió un resoplido e hizo una bola con el papel, arrojándolo
a sus pies.
–¿Cazarás a
las brujas? –cuestioné.
–No –me
respondió, encogiéndose de hombros–. Enviaré a algunos de mis hombres a los
pueblos para evitar la matanza indiscriminada. Pensé que ya te habías dado
cuenta de que odio a tu padre.
Abrí ampliamente
mis ojos, atónita.
Nicodemus
atrapó mis brazos, inmovilizándome. Respiré con fuerza sobre sus labios.
–¿Qué harás
ahora?
Bajé la mirada
entre nosotros.
–Oh no, no te
atrevas a golpear mis pelotas –me advirtió–. Mete tu pierna entre las mías y
golpéame detrás de la rodilla, me hará flexionarlas –lo intenté–. Un poco más
fuerte –lo hice–. Eso es –me soltó–. Prepárate, te arrojaré un puñetazo. Si no
lo bloqueas, o lo esquivas, lo recibirás. Y no será agradable. Eres pequeña y
ágil, confío en ti.
Llevé mis
puños hacia los costados de mi cara. Para mi sorpresa, él se movió demasiado
rápido como para que yo pudiese reaccionar. Aun así, interpuse mi brazo entre
ambos. La embestida me lanzó hacia atrás, contra un árbol, mis ojos se llenaron
de lágrimas.
–¿Estás bien?
–Nico corrió hacia mí, examinándome.
–Sí –afirmé,
sosteniendo mi brazo, esperaba que no tuviese un hueso roto.
–Joder,
Luciana –rezongó–. Te haré trizas, tú eres de cristal.
Lo empujé.
–¡No soy de
cristal!
–¿De porcelana
entonces?
–De acero,
para tu información. Y mi nombre es Lucius.
Sonrió,
extendiendo sus brazos para ayudarme a levantar. Cuando caí sobre su pecho,
presionó sus labios contra mi frente. Era tan dulce.
–¿Qué están
haciendo? –oí prorrumpir a Nero.
Mis ojos se
ampliaron. ¿Desde cuándo había estado ahí?
–Entrenar
–Nicodemus dio un paso atrás mientras respondía con perfecta calma. Se giró
para mirar a su soldado–. ¿Algún problema?
Nero dejó que
una sonrisita astuta apareciera en su boca.
–Me ha
parecido que se besaban –se rió–. ¡Qué locura!
–Te ha
parecido mal –le reprochó el capitán–. Y, si fuera así, ¿qué?
El soldado se
puso rígido antes de retirarse con un caminar veloz. El príncipe me obsequió
una sonrisa que me hizo temblar.
–Mañana
entrenarás con las armas –me anunció, tocando mi espalda suavemente–. Vamos,
les contaré mi plan para rescatar a Sebastián.
Mientras
cenaba un poco de carne asada simple, Nicodemus estaba hablando sobre
estrategias militares para evitar que la cacería de brujas se realizara en su
máxima expresión. Hablaba sobre no alarmar a las otras legiones de las
distintas provincias y no dar señales de una posible oposición al régimen
monárquico.
–Tenemos
algunas legiones de nuestro lado, pero no las suficientes –explicó al tiempo
que daba ojeadas al mapa táctico–. No creo que sea buena idea liberar a los
presos de Populonia, no sin conocer sus crímenes. Eso podría volverse en
nuestra contra. Pienso que la mitad nosotros podemos participar en el rescate
de Sebastián mientras que el resto puede distribuirse por las provincias para
refrenar los asesinatos de gente inocente. Hay dos posibles opciones, enfrentar
a los guardias de las cárceles con un gran ataque directo, o infiltrarnos, como
si nosotros mismos fuésemos sus aliados, para culminar con un rescate
silencioso. ¿Cuál prefieren?
Levanté mi
mano. Nicodemus pareció consternado al principio, incluso renuente a dejar que
interviniera. Alzó una ceja y se relajó.
–¿Qué tienes
para decir, Lucius?
–El rescate
silencioso nos pondrá en una situación ventajosa. Habrá menos muertes y más
sigilo con respecto a la rebelión. Un gran enfrentamiento pondrá a mucha gente
en contra de tus soldados.
–Pero será más
divertido –refutó Galeo.
–Lucius tiene
razón –me apoyó el capitán–. Tenemos que ser cuidadosos. Al amanecer, enviaré a
un escuadrón para que secuestre a un rehén que nos consiga los uniformes de sus
guardias. En tres días, llevaremos a cabo la misión. No podemos esperar mucho
más.
Tan pronto
como todos se retiraron a sus tiendas, me escabullí silenciosamente hacia el
lago. Necesitaba darme un baño, a pesar del frío que estaba haciendo. Mi cuerpo
olía a sudor y barro. Me desnudé en la oscuridad, aturdida por las sombras y
los sonidos nocturnos. Me sumergí en la negrura del agua para lavar mi piel, mi
cabello, al tiempo que la luz plateada de la luna jugueteaba con mi cuerpo,
acariciándolo.
–Lo sabía
–escuché una voz ronca.
Nero.
Me miraba
desde la tierra, reclinado contra un árbol. Me sumergí hasta la barbilla.
–¿Qué estás
haciendo aquí?
–¿Qué haces tú
aquí? ¿Por qué no te bañaste cuando todos lo hicimos?
Nadé hacia el
extremo más alejado del lago mientras Nero acortaba la distancia que nos
separaba. Hundió sus botas en el agua.
–Soy...
tímido.
–También yo
–me aseguró al tiempo que se quitaba la camisa–. Hoy me pareció escuchar que el
capitán te llamaba Luciana.
Nadé más
lejos.
–Escuchaste
mal.
–Sí, siempre
veo mal, escucho mal. Debo estar loco.
–Sí –le
ataqué.
Él estaba
caminando, sumergiéndose lentamente. Mi pecho palpitaba furiosamente,
ruidosamente.
–¡Vete! –entré
en pánico.
–¿Por qué?
–soltó una carcajada.
–Porque yo te
lo ordeno, Nero.
Cuando
Nicodemus apareció, exhalé el aire que había estado reteniendo en mis pulmones.
El soldado me dio una mirada desafiante antes de coger su camisa del suelo y
largarse. Me eché el cabello mojado hacia atrás.
–Él lo sabe,
creo que lo sabe –murmuré–. ¡Sabe que soy mujer!
–Baja la voz,
Luciana –me reprendió el príncipe, entregándome mi ropa–. No pasa nada,
vístete.
–¡Voltéate!
–protesté.
Me dio la
espalda mientras yo me ponía la ropa.
–¿En qué estabas
pensando? –me habló por encima de su hombro–. ¿Por qué jodida razón vienes a
esta hora al lago?
Lo señalé con
furia.
–¡No mires!
–¿Sabes al
peligro que acabas de exponerte? Podría haberte pasado cualquier cosa.
Incluyendo que ese imbécil se aprovechara de ti –con mi ropa puesta, caminé por
delante de Nicodemus, en dirección al campamento. Él atrapó mi brazo–. Estoy
hablando muy en serio, Luciana, no vuelvas a escapar de la tienda a mitad de la
noche. Me he preocupado como el demonio al ver que no estabas junto a mí.
Puse mis manos
sobre sus hombros para pararme en las puntas de mis pies y besarle en la
mejilla. Inclusive en la oscuridad, su rostro enrojeció. Su espalda estaba
rígida.
–Sebastián
tenía razón –masculló–. Eres una manipuladora.
–Ustedes dos
son muy injustos conmigo –avanzamos en silencio algunos pasos–. ¿Crees que él
me reconocerá?
Hubo una breve
pausa.
–Claro que lo
hará, eres la misma.
–¿Crees que me
veo horrible con el cabello corto?
Él me echó una
ojeada por el rabillo del ojo.
–¿Horrible? –redundó–.
Claro que no. Tú eres hermosa de cualquier manera.
Mis mejillas
se pusieron calientes.
–Tú... ¿eres
mi amigo?
Más silencio.
Era como si le costara responder.
–No, soy tu
esposo.
En ese momento
recordé que estaba casada con él.
–Nunca me lo
dijiste, ¿por qué te casaste conmigo? –le cuestioné–. No fue por el dinero,
tampoco porque me amases. Y odias a mi padre. ¿Todo fue un plan para
arrebatarle la corona?
–No hagas
preguntas peligrosas.
Agarré su
brazo.
–Contéstame,
soy tu esposa.
–En este momento,
eres mi escudero, ¿entendiste?
A la mañana
siguiente, despertamos temprano para hacer el recorrido por la montaña. Como es
obvio, no lo completé, pero al menos no había vomitado. Yo estaba emocionada,
porque Nicodemus había prometido enseñarme a utilizar las armas. Habíamos
comenzado por las espadas, pero no fue tan fácil como creí.
–Sé que estás
cansada –departió–, pero tenemos poco tiempo para entrenarte. No pretendo que
seas un soldado completo, lo único que quiero es que logres defenderte por ti misma.
Y, puesto que el rescate no será una gran batalla, pienso que podemos lograrlo
–levantó su espada–. Trataré de embestirte y hundir la hoja en uno de tus
costados. Tú alzarás la pierna y me patearás en el pecho, ¿de acuerdo?
Asentí.
–No estoy
cansada –un leve resuello en mi voz delató lo contrario.
Nicodemus se
puso en guardia y se abalanzó sobre mí con toda la fuerza de su cuerpo. En ese
momento, creí que moriría. Pero él me había entrenado para dar buenas patadas.
Al segundo siguiente, levanté mi pierna y lo golpeé en el pecho.
El impacto me
tiró hacia atrás, no obstante, conseguí empujar levemente su cuerpo, bloqueando
el ataque. Salvo que ahora me encontraba en el suelo, siendo apuntada al cuello
por una afilada hoja de plata. Tragué, alcé el florete en mi puño y golpeé el
suyo, arrojándolo fuera de su mano, la cual me tendió un segundo después.
Sonrió.
–Eres
grandiosa –me felicitó–. Te diré un truco. Si golpeas a tu adversario en el
pecho con la empuñadura, empleando la suficiente potencia, le dejarás sin aire
durante algunos segundos –me tendió una daga pequeña–. Toma, aprenderás a
lanzar.
Durante todo
el día, estuve perfeccionando mi técnica de lanzamiento, comencé con dagas
cortas, luego largas y, por último, enormes lanzas. Éstas eran pesadas, por lo
tanto difíciles de emplear. Sin embargo, cuando el cielo empezaba a tornarse
rosa y naranja bajo el sol del atardecer, había dominado la técnica. Aunque no
podía alcanzar las kilométricas distancias a las que llegaba Nicodemus, tenía
buena puntería.
Cuando
anocheció, coger el arco y las flechas se me hizo más forzado. Algunos arcos
eran más complejos y pesados, tenían casi mi tamaño. Iniciamos con uno simple,
pequeño y de madera ligera. Nico se posicionó detrás de mí, con una mano en mi
cintura para enderezar mi postura.
–Levanta el
codo –murmuró en mi oído. Una sacudida estremeció mi cuerpo. Su mano acomodó mi
brazo tembloroso–. Fija tu objetivo –la diana se hallaba en el tallo de un
árbol lejano. El centro era un diminuto punto negro, rodeado por un aro blanco
al que le precedían otros de varios colores. Mi visión era casi incapaz de
enfocar el centro absoluto–. Déjala ir, ahora.
Solté la
flecha, que aterrizó en la diana, en uno de los bordes exteriores. Suspiré de
frustración.
–¿Sabes todo
el tiempo que me tomó poner una flecha dentro de una diana? –Nico apretó mis
hombros con cariño–. Siéntete orgullosa, acabas de hacerlo estupendo. Con algo
de práctica, serás como yo.
Sabía que
mentía, pero le sonreí de todas formas. Si quería ser útil en el rescate,
necesitaría ser mejor que eso. Entrenaría hasta caer rendida durante los pocos
días que restaban hasta que se llevase a cabo a la misión.
–¿Qué sigue?
–proferí.
–Ir a
descansar. Es tarde.
Lo miré con
renuencia.
–No podemos
descansar, queda poco tiempo.
Perezosamente,
Nico levantó sus manos para tomar mi rostro con delicadeza, sus pulgares me
acariciaron las mejillas.
–Estás cansada
–me recordó–. Tu cuerpo está tembloroso y tienes sombras terribles bajo los
ojos. No sé si lo has notado, pero has adelgazado varios kilos. No puedo seguir
forzándote.
Su boca se
encontraba cerca de la mía.
–No estás
forzándome. Quiero seguir.
Sentí su
aliento rozando mis labios.
–No voy a
permitírtelo.
Fruncí las
cejas.
–No puedes
prohibirme nada, soy la princesa.
–Eres mi escudero,
Lucius –apretó los dientes al hablar mientras juntaba su cara a la mía un poco
más.
Cerré los
ojos, como si esperara algo. Algo que sabía que pasaría. Sentí que su nariz
rozaba la mía, al igual que su gélida respiración.
–¡Capitán!
–exclamó una voz masculina entre jadeos.
Galeo.
En menos de un
segundo, nos habíamos separado el uno del otro.
–¿Qué pasa?
–demandó el príncipe.
El soldado
tenía los ojos bien abiertos.
–¡Hay
centinelas del rey en el lago tratando de ahogar a un par de jóvenes!
Nicodemus maldijo
por lo bajo antes desenvainar su espada.
–Trae mi
escudo, Lucius.
Había cuatro
hombres en el lago, hundiendo a dos adolescentes dentro del mismo. Ellas
forcejeaban mientras el agua ahogaba sus gritos de agonía. Todo pasó rápido,
igual que un parpadeo. Una de las muchachas dejó de moverse.
–¡Ésta era
humana, se ahogó! –informó en voz alta uno de los soldados. La otra joven
continuaba luchando–. ¡Ella es una bruja! ¡Hay que encadenarla!
No tuvieron
tiempo de ejecutar su acción, una docena de lanzas los atacaron, dejando sus
cuerpos tendidos sobre la tierra húmeda. De inmediato, nuestros escuadrones
recogieron los cuerpos, uno de ellos sin vida. La damisela despierta continuaba
dando alaridos de pánico, luchando. Nicodemus se abrió paso hasta ella para atraparla
en sus brazos.
–Cálmate –la
sujetó con fuerza–. Tranquila, no te haremos daño –el resto de los soldados
estaban intentando reanimar a la segunda joven humana–. ¿Qué ha pasado?
–¡Ellos...!
–sollozó–. ¡Ellos querían saber si éramos brujas!
Tragué grueso.
Había varias
maneras de reconocer a una bruja. Para comprobarlo, eran sumergidas en pozos, o
lagos. Si la persona se ahogaba, significaba que era una simple mortal. Si
sobrevivía, se sabía que era una hechicera. Eran herejes, practicantes de la
magia negra. Eso era lo que siempre me había dicho mi padre.
–¿Eres una
bruja? –le preguntó el príncipe a la joven, que pareció atragantarse. Sacudió
la cabeza de un lado a otro–. Puedes decírmelo, no te lastimaré.
–¡Mientes!
¡Estás mintiendo!
–Escúchame –él
atrapó sus brazos con fuerza–. Te juro por mi honor que no voy a lastimarte.
¿Eres o no una bruja? –pasaron minutos enteros en los que ella se limitaba a
llorar. Hasta que finalmente asintió con lentitud–. Todo está bien –la
consoló–. Vete, escapa ahora. Pones en peligro a mi legión –sin vacilar, salió
corriendo, perdiéndose en la lejanía. Era igual de rápida que una pequeña
liebre. Nico se pasó las manos por el rostro al ver el cuerpo fallecido–. ¿Era
una humana?
–Sí, capitán.
–Entiérrenla
en alguna parte.
–Señor, ha
llegado el rehén de las mazmorras de Populonia.
–¿Dónde está?
–Atado en el
campamento, se niega a darnos información alguna, pero hemos podido robar un
par de uniformes de sus guardias. Si conseguimos un sastre, quizá nos pueda
hacer varias réplicas más.
Seguí a
Nicodemus hasta su tienda de campaña, acompañándolo en su frustración. Exhausto,
se pasó las manos por el pelo, estacionándolas en su nuca. Se veía... triste.
–¿Estás bien?
–le pregunté en voz baja.
–Sí.
Puse una mano
en su cara.
–No me mientas
–miré sus ojos profundos.
–Estoy bien,
es sólo que... detesto lo que le hace tu padre a la gente inocente. Detesto no
poder hacer nada para evitarlo. Sus crueles cacerías dejan demasiadas víctimas.
Esa chica humana...
–¿Me odias?
–lo interrumpí–. Tú me odias debido a mí padre, ¿verdad?
Pareció
sorprendido por mi pregunta.
–No digas
tonterías –se rió con suavidad–. Al principio, sí. Cuando empecé a encontrarme
contigo en Somersault, te odiaba. También a tus hermanas. Luego me di cuenta de
que ustedes eran también ciegas víctimas de su poder –se alejó un par de pasos
de mí, aclarándose la garganta–. Debo irme, tengo un rehén al que interrogar.
Tan pronto
como dejó la tienda, un sentimiento de terror me invadió. Me sentí sola y
vacía. Suspirando, me senté en la cama, la cual era frígida, dura e incómoda.
Había dormido muy poco desde mi llegada, no había tenido sueños, ni pesadillas.
¿Dónde estaba Sebastián? ¿Por qué no visitaba mis sueños?
Cerré los
ojos, esperando hallarlo.
–Hola, pequeña
Lucy.
Salté de la cama
al oír a Nero, que estaba de pie en la entrada de la carpa.
–¿Qué haces
aquí? –jadeé.
Caminó
despacio hacia mí.
–¿Creíste que
ibas a engañarme? –me agarró el rostro, sujetando mi mandíbula–. Tienes la cara
de una muñequita, no era posible que fueses un hombre.
34 comentarios:
No se que opinar. Entiendo porque Sebastian no aparecera. La historia esta narrada por luciana y mientras el este fuera de su alcance ell no podra saber nada de el. Odio cuando comienza haber mas acercamiento entre nico y luciana. Se sabe que ella se quedara con Sebastian. Siempre son asi las historias. Y estoy segura que esta no es la excepcion. Solo espero que nicodemus no se quede solo. Odio cuando mis favoritos se quedan solos.
No preguntare porque tu decicion de dejar de publicar novelas en el blog. Pero solo espero poder llegar a leer mas tus fantasticas historias. Soy tu fans.
Bueno el capitulo me encanto.
Me encanto este capitulo , los personajes de luciana y nico estan dejan ver otro lado de su personalidad me encantaaa nico pero me gustaria mas que luciana quede con sebastian <3 .
PD:TENGO UNA PRIMITA DE 11 MESES , SI TE LA REGALO SUBIRIAS LOS CAPITULOS ANTES DE LOS 30 COMENTARIOS ¿?
Vale ame el capitulo. Amo a Nico mucho mas que sebastian. Pero mi corazon es blando y por supuesto no deseo que nada malo le pase a sebastian. Solo se que nico esta mostrando es personalidad sexy que tiene. Sebastian no es malo, es solo que sufrio mucho.
Estubo super emocionante este capitulo!!! me encanta Niccodemus!!!
Cuando lei que dejaras de publicar en el blog senti algo frio dentro de mi y a si me duro durante el resto del dia T.T (bueno eso lo lei en la manana y ya son las 5:00 y aun me siento helada por dentro) :( Pero bueno entiendo que debes de progresar jaja y se que tienes un gran futuro por delante, eres mi escritora favorita! y seguire leyendo los libros que saques aunque no los publiques en el blog. Oye, por cierto, ya no publicaras los pecados de Eustace? Estaba ansiosa tambien por esa.
Espero que te mejores steph. No sabia lo que era lechina hasta que lei varicela y entendi. El capitulo estuvo muy bueno. Entre Nico y Sebastian Prefiero a Nico. Pero espero que salven a Sebastian. Me gusta la nueva relacion que se esta formando entre luciana y Nico.
Tu sabes que eres una excelente escritora.
Espero poder llegar a leer Los pecados de Eustace. Seria horrible haber leido todos los libros y no leer el ultimo. Se que tu sueño es publicar con alguna editorial. Y siempre has pensado desde Obssesion cerrar el blog. Solo espero que no lo cierres y nos mantengas informados de todo los progresos que estas haciendo. Aunque te sigo en twitter yo no son fan de twitter yo soy mas de facebook. Deberias hacerte un Ask. Seria cool hacerte preguntas. El capitulo me encanto. Amo a nico de verdad que si.
No creas que nos tardamos en comentar solo porque no tenemos prisa en leerte. La realidad es que este mes de julio fue muy ajetreados para todos.
Ame el capitulo.
Aunque extrañe a seba prefiero a nico
Ya me estoy volviendo loca con esta novela. me encanta demasiado. nico es hermoso
Espero que te recuperes. Todavia a mi no me han dado pero temo el dia en que me den. El capitulo genial
Steph me has dejado mal. Espero que nada le pase a luciana. Nico cada vez mas hermoso. Al fin mas protagonico para el. Aunque estoy segura que el es co- protagonista.
Oye estoy hanciosa por saber de tu editorial. Deseo saber como funciona todo.
Steph cuidate y amamos tus novelas. Estoy en shock porque no podre leer los pecados de eustace, pero por algo tu haras las cosas. El capitulo estuvo muy interesante. Ahora me preocupa lo que pasara luciana por culpa del guardia. Tu sabes que eres muy buena escritora.
El capitulo ha estado para morirse. Nico es bello. Lo amo, sorry sebastian pero nico me reaulta mas misterioso que tu. Pobre luciana. Ya quiero leer mas y mas.
sebastian? qien es sebastian? yo amo a nico♥
es qe el es tan asdfghjkl♥
el es el chico bueno o el malo?:$lo amo no me importa qe sea un viejo de 300 años*.*
...y NeroD:qe no se le ocurra hacerle algo a luciana!
si ya de porsi el y galeo los interrumpieron todo el caapitulo:@
me encanta tu novela*.*maraton? si? no? siii?
ya qiero leer el sigiente cap^.^
p.d.como puedes dudar de si qeremos leer tu novela mujer? es solo qe hay peqeñas personitas qe son flojas (ñe como yo:P) y les da mucha flogera mover sus manos para escribir un comentario pero tod@@@@@@s nos morimos por el proximo capitulos:D
p.d.2:ojala qe estas bien! maldita varicela-.-'es mala:C
-brenda
Steph cuídate. Ya he pasado por varicela y se que es horrible. El capítulo me dejo en shock. Espero que nero no haga nada malo. Entre Sebastián y Nicodemus, me gusta más Nicodemus. Me enamore de el a primera leída.
Ya quiero ver que habrás tu editorial. Espero que hables pronto sobre ella.
Que nero ni se le ocurra lastimar a luciana. Pobre por todo lo que tiene que pasar. Cada dia que pasa me gusta mas nico que sebastian
Me matas con cada capítulo. Estoy que no puedo ni dormir bien. Amo esta novela.
Pobre Luciana no sale de una sin meterse en problemas.
Nicodemus es akdaksansaks
Ese chico me tiene babeando.
Sin duda esta novela cada vez se pone mejor.
Aunque pensé que tendría menos capítulos que las otras.
Me siento muy emociona con tu editorial.
¿en qué consiste?
Ya no escribiré más nada.
Ame el capítulo.
La relación entre Nico y Lucy es mi favorita.
Nico es tan hermoso.
Pero lo que escribisteis al principio de ania.
Yo nunca le vi posibilidades a Adrien porque el nunca despertó nada en ania. Entre ellos no hubo sentimientos de amor.
En cambio aquí creo que Lucy se podría enamorar de Nico.
Ya estoy loca por el final de esta novela.
Noooooooooooook
QUE NERO NO LE HAGA NADA A LUCIANA o LUCIUS.
Tu tienes arte en la escritura. Deberías vender tus libros:
ya no podremos leer los pecados de Eustace? :( y que pasara con la entrvista para Eustace? esa tampoco? :'(
Por otro lado me alegra que vallas a tener tu propia editorial! :)
Estuvo genial. Uo sabia que nero no era tonto y se daria cuenta que licius era una mujer. Ademas Nicodemus no tiene pinta de gay y esa cercania a Licius era extraña. Por otro lado no me quejo del capitulo. Luciana tuvo suerte de encontrarse con tanto hombre guapo. Sobre todos los comentarios que veo de Nicodemus y Sebatian. Yo amo a Nicodemus. Sebastian es tierno (a su manera) pero Nicodemus es mi love.
Steph que pronto te recuperes de las estupidas varicelas.
El capitulo me dejo en o.o todo momento. No puedo dormir pensando en que le pasara a luciana. Nero es un idiota. Nico nico nico ¿porque eres tan bello? Sebastian ¿te estan tratando mal? Yo no discutire quien me gusta mas. Todavia lo estoy pensando. Eres una escritora genial.
Que capitulaso tan wow. Lucy siempre esta en problemas. Ella no me cae bien pero tengo que reconocer que es una suertuda. Ame el capitulo a mas no poder. Nore que no le haga nada. Ya que veo que las chicas y quizas chicos estan en si que Sebastian o Nico a cual aman, Yo digo Jerry o Maximiliano. Ese guitarrista estupido espero que no este sufriendo. Sabras que ame que tuviriera su propio protagonico y sabras que ame que todas tus sagas se conecten.
Aaahhh como ame este capitulo estoy que no me soporto a mi misma. Pobre Luciana. Me pregunto si Dolabella se escapo de su casa y tambien me pregunto como estaran sus hermanas.
OMG pense qe estaba enamorada de sebastian...ahora nico*.* confundes mi corazon steph! sigela si? pronto?-ssy
Sin duda esta novela cada vez se pone mejor. Pasan cada de cosa que de verdad me tiene con ganas de leer mas. Chicas comenten mas que si no Steph no sube nada.
Steph hablando en serio. Me encanta esto este capitulo. Obvio el final no me gusta, pobre Luciana.
NICODEMUS LLEGA PRONTO.
Nicodemus es un amor lo adoro. Sebastian es lindo simpatico, atractivo, hermoso, idiota, imbecil, pero amor a Nico antes que a el.
Sin duda el capitulo estuvo genial.
Esta novela cada vez se pone mejor.
Ya quisiera saber que pasara en el final.
Sin duda esta novela es super buena.
Luciana mas te vale que utilices todo lo que Nico te ense~o, porque si no tu virginidad estara perdida.
Nore es un entrometido y un idiota.
Steph ame el capitulo.
Este capítulo a tenido de todo. Me encanto
cada vez a mo mas a nico! ya son 30 coments?ya nuevo cap? de verdad qe no puedo esperar para leer el sigiente!
me alegro mucho por ti! qe estes haciendo tu propia editorial es impresionante en serio que te admiro:D por otra parte me pone trite qe ya no segiras escribiendo para el blog osease para nosotras:c
morire sin tus historias! son demasiado buenas!*.*
subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!si?subeee! si? sube!siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii? amo tu nove♥
Nunca pierdes tu esencia.
Es un capitulo genial..
Yo.. ¿Que pasara después? ¡Ahhhhh! No es justo que lo dejaras hay..
Tendrá 24 *-* Sii..
Espero que te recuperes. :c
Solo quiero preguntarte algo ¿Que es Rywick, o mas bien que significa?
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